El peligro de la Navidad no son las grasas saturadas estucando colesterol por las paredes de tus arterias. Ni el mercurio de los frutti di mare tililando por tu sistema nervioso central y periférico. Tampoco supone un riesgo elevado la argamasa en el paladar del polvorón mezclado con chupito de mistela para que pase a la laringe, por favor. Ni siquiera el gin-tonic-ikebana en copa globo que no sabes si beber o depositar como elemento decorativo en el mueble del recibidor, de tanta especia botánica metida. Ni la maceración de perfumes manifiestos en la algarada familiar navideña, que fluctúan del almizcle a la gardenia, pasando por unas notas de salida al ajo o al pimentón. A estas alturas, no supone tampoco gran peligro la mezcla de outfits a rayas o a cuadros porque puedes quedarte como quieras. Ni el familiar entrañable, diciéndote plato sí, plato también, “come algo, anda, que no has comido ná”, mientras clava su pupila nutritiva en tu pupila glubs. Y te digo más, ni siquiera supone mucho riesgo la repetición en loop y hasta la victoria final del al-ai-guant-for-crismas-is-yu con la corbata a la altura del perímetro craneal del entrañable familiar colgando a babor parietal en la improvisada coreografía ad hoc.
¿Y entonces? ¿Si nada de eso supone un gran peligro, por qué m’amedrentas por Navidad? ¿Por qué quieres meter el dedo en la llaga, si ya tengo el Diazepam? Acaso, dirás. Y yo te diré que el verdadero peligro de las reuniones familiares por Navidad es la PDM. A saber: la “Palabrita De Más”. Treinta y cuatro de cada diez terapeutas recomiendan la gestión eficaz del discurso por Navidad y la contención de la PDM durante las reuniones familiares alrededor de la mesa. Quizás creas que existen elementos atenuantes y excusas por soltar la PDM sin querer, pero, a estas alturas de recorrido vital, y sin lobotomía mediante, sabemos que pasar al lado oscuro es una elección libre, nadie tiene el super-poder de hacernos decir aquello que no queremos decir. Si lo decimos, es porque no hemos aplicado las estrategias comunicativas propuestas en el Elogio del Moco Verde, que tan útil nos resultó en la gestión de los ataques verbales. No, la PDM no es un cuerpo extraño externo, la PDM está hecha de vocales y consonantes que se fraguan en tu diafragma y que salen de dentro pa’fuera de ti. Es cierto que, en situación de equilibrio, de serenidad, de quietud, no se activa la PDM, que es en la intensidad de la interactuación navideña donde se tiende a manifestar. Y que te pilla con el cierre anual y con la guardia baja, muy baja. Pero serena Navidad es un oxímoron, por eso se apela encarecidamente a la GIO (Gestión Interna Óptima)
Desde la ortodoxia comunicativa, la PDM se denomina EMINEG (Erupto Mental Incontrolado No Eficazmente Gestionado), pero yo la llamo PDM porque me resulta más cuqui para la asimilación cognitiva. En cualquier caso, se define, dentro y fuera de la ortodoxia, como aquella palabra que no hace falta pronunciar, la que sobra, la que resta, la que mina la conversación. Es la palabra que rompe, la que pincha, la que daña, la que hiere, la que corta la digestión del pastel familiar. Es aquella que dispara la tensión ambiental una vez pronunciada, abriendo la puerta al arbusto en forma de bola del desierto tejano que pasa por el fondo del salón. Por eso, se insta desde todos los estamentos, a no renunciar a la GIO por Navidad. No es por meterte el miedo en el cuerpo, pero has de saber que existen casos documentados de PDM dichas en diciembre, que han provocado rencores tan fríos, tan fríos, que han deshelado por primavera, arrasando el ecosistema emocional por dónde pasaban con su caudal. Yo, a este superpoder de la GIO de la PDM por Navidad, a esa decisión consciente y responsable de no dañar a nadie con la palabra, aún teniendo razones para o ganas de hacerlo, lo llamo: EMPATÍA.
Termino ya, que tengo que sacudirme algunas presuposiciones con las que escrito este post. He presupuesto que tienes las necesidades básicas cubiertas y personas con quienes interactuar. Y que celebras la Navidad. Quizás estás demasiado lejos de todo como para abrazar. Quizás, las ausencias y los duelos sean incompatibles con tanta feliznavidad. O, quizás, ojalá no, por favor, no, te cosa el alma la angustia porque sabes lo que te espera en casa con él por Navidad. Con más tiempo en casa, con él. Con más tiempo en casa. En casa. Con él. Quizás, ojalá no, por favor, no, la palabra que daña, que corta, que rompe, que hiere, sea tu realidad. Y quizás, ojalá sí, por favor, sí, por favor, ojalá, sí, sí, sí, puedas decir “basta” y tu voz se convierta, de verdad, en la magia de esta Navidad.
Jo, sempre el teu fidel seguidor i amic, et desitgo, un molt bon, tot!