Debate sobre el pesado de la nación

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  • “Iniciamos ya otra etapa más tranquila, más productiva y, sobre todo, mucho más llevadera”, Mariano Rajoy Brey.
    Las Chicas de Oro
    Sofía Petrillo entró una noche en la cocina con su inseparable bolsito colgado en el antebrazo, ese que se trajo desde Sicilia y que paseaba por todo Miami con más glamour que una azafata de la Pan Am. Estaba Dorothy poniendo la mesa con su perfeccionismo de escuadra y cartabón, Rose con dos cazuelas al fuego preparando quizás los Sverhoeven Crispies típicos de San Olaf, y Blanche cortando unas zanahorias y una col con el mismo estilazo que si estuviese acariciando la cocorota a su última adquisición antes de hincarle el diente. Entonces Sofía les soltó con esa cara de pillina suya: “Olvidaos de la cena, chicas, tengo algo escondido en este viejo bolso que os va a hacer gritar, aullar y saltar de alegría”. A lo que Blanche respondió cual muelle de colchón: “¿Lleva las pilas incluidas?”, culminando la pregunta con su irresistible sonrisa sureña. Y siguió cortando verduras cómo si hubiese preguntado la hora, disfrutando de la cara de asombro de sus amigas que, a pesar de conocerla, jamás dejaron de pasmarse ante su arrolladora, inacabable, sistemática e irresistible seducción. Esa era Blanche Devereaux, una mujer capaz de cualquier cosa para conseguir su objetivo en la vida: su propio placer. Si lo que había dentro del bolso de Sofía no cumplía con ese precepto, no le servía para nada.
    Quién le hubiera dicho a Rajoy que un día compartiría protagonismo con la gran Blanche Deveraux... Es que, no sé qué me pasó esta semana por este cerebro arado que tengo, que fue empezar a rajar Rajoy desde la tribuna del Congreso de los Diputados y metérseme en la cabeza la escena de la cocina de Las Chicas de Oro como un meteorito. Ei, que noté cómo hizo: ¡Brlip!... Así como hace una App cuando acaba de instalarse y te avisa de que ya puedes abrirla. Pues lo mismo. “Los principales cambios que se han producido en el estado de la nación durante los últimos meses son los siguientes”. Empezó Rajoy su discurso; pero yo, a cada ripio que soltaba, más “devereaux” notaba que me ponía, y más buscaba en sus palabras la utilidad práctica para mis necesidades. ¿Me sirve esto que ha dicho para que me devuelvan la plaza de oposición que gané hace 25 años y que me han trileado por culpa de la Reforma Laboral?... Y esto otro que ha soltado ahora, ¿le sirve a mi madre para dejar de co-pagar por sus medicinas de ‘crónica’?... Y lo de ahora, ¿le valdrá a mi sobrino para poder terminar la carrera universitaria que ha empezado este año?... ¿Ayudará esto que está diciendo al Comité de Empresa de RTVV para que reabran la radio y la televisión pública que se ha cepillado Alberto Fabra sin todavía saber nadie para qué?... Y la respuesta era la misma para todo: no me sirve. Sí, ya lo sé... Eso es exactamente lo que ha hecho Rajoy en el Debate: mirarse al ombligo; lo suyo, lo de su partido, lo de su mundo. Sólo así explica que anuncie oficialmente el fin de la crisis y que no entren los desfibriladores de inmediato en el Congreso para intubarlo y enchufarle un par de goteros de realidad. Pero bueno, tampoco voy yo a quedarme con lo mío, si alguien ha encontrado utilidad para su vida en este debate, por favor, que me lo diga. Prometo darle lo mismo que da Blanche a los suyos cuando quiere pedir disculpas por pensar sólo en ella: un gran trozo de tarta de queso y unas buenas risas. Mucho más de lo que ofrece Rajoy, dónde va a parar.      

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