Lo que a unos tranquiliza en este aquí y ahora inquieta a otros en el mismo aquí y ahora que compartimos. Lo que alienta en un lado, atemoriza en otro. Lo que da sentido a la vida de miles de personas en una parte, carece por completo de significado para otros tantos en otra. Lo que es la solución en un fragmento de nuestra realidad, representa un problema insalvable para otro fragmento de la realidad de todos. Donde empieza una libertad para muchas personas es justo donde termina la de bastantes otras... Y así estamos. Así estamos aquí y ahora. En este movimiento pendular desde hace un tiempo que nos ha sacado de nuestra zona de confort en las últimas semanas. Es normal. Somos sistema, y el sistema es implacable en ese aspecto: si se modifica por un lado, el otro lado tiene que recolocarse. Si cambias tú, cambio yo. No me va a quedar mas remedio. Y si tú cambias, si tú te mueves de donde estás, ya no volverás a ser igual, por mucho que quieras regresar al lugar inicial. No. Nunca se regresa igual tras haber cambiado. Yo tampoco seré la misma cuando tú vuelvas. Qué cambiada estás, dirás, si acaso, sin percibir tú tu propio cambio, entonces. Ni tú ni yo seremos ya igual. Somos sistema. Estamos todos conectados. Cuando quebraron los bancos quebramos con ellos todos. Y nunca hemos vuelto a ‘la normalidad’. La crisis dinamitó aquella normalidad de antes. Este aquí y ahora, este ahora, es la normalidad. Una normalidad diferente. La normalidad que hay. Aquí y ahora. No hay otra.
Escucho día tras día que ‘hay que volver a la normalidad’ y me pregunto de que normalidad hablan, a qué normalidad se refieren. Ya no existe eso de lo que hablan. Esa normalidad ya es pasado. Lo que nos ha sucedido estos días, estas semanas, meses, nos ha cambiado a todos. Y a todos nos ha variado la normalidad. En una parte de la realidad se señalan unos responsables y en la otra se apunta a otros. En ambos lugares encuentro discursos argumentados, sostenidos por voces autorizadas... Porque asistimos a la paradoja de que lo que es blanco es negro y lo que es negro es blanco. Así, sin matices. La pérdida del color no es de ahora, hemos ido perdiendo las tonalidades, como si un glaucoma silencioso estuviera atacando a nuestra vista, a nuestra capacidad de percibir la tonalidad de grises que separan los extremos del blanco y el negro, de una posición o la opuesta... Como si no hubiese nada más en medio. Ninguna otra posibilidad. Ninguna otra opción...
A mí, cuando se me quiebra la normalidad y noto que me faltan palabras para colorear lo nuevo, porque aún no sé qué es ni cómo llamarlo, me da por hacer Bancos de Palabras. Hago recuadros en folios y los lleno de vocablos nuevos para que me ayuden a definir aquello que desconozco y necesito vivir. Diálogo, negociación, democracia, legalidad, legitimidad... No están funcionando aquí y ahora. Y no puede ser que no sirvan estas palabras que eran, precisamente, las que teníamos reservadas para este tipo de “aquís-y-ahoras”. No soy politóloga, ni jurista, soy una ciudadana, con obligaciones y derechos, que paga impuestos y que asiste preocupada a esta a-normalidad de ahora. Y no quiero, de ninguna manera, que me devuelvan a la normalidad de antes porque ya no existe y porque, además es, en gran medida, responsable de lo que sucede. Quiero que la próxima normalidad no sea en blanco o negro y que se construya sin dejar a nadie fuera. Y si hay que buscar palabras nuevas para nombrarla, se buscan, se fabrican o se inventan.
Corto: 'Palabras, palabras, palabras' (Reci, reci, reci), de Michaela Pavlatova directora de cine y animación. Este corto fue nominado a los Oscars.