El voto detonante

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  • Google Maps, que todo lo ve, no tiene localizado un pueblito pequeño en el distrito de Nahr-e-Shahi, en la provincia de Balj (Balkh), Afganistán (lugar de origien del padre de Avicena, por cierto). Como no lo he localizado, sólo puedo decirte que es un lugar que está más o menos a unos 13 kilómetros de Mazār-e Šarīf, la capital de la provincia. Qezelabad, se llama la aldea, un lugar analógico que ha entrado a formar parte del mundo virtual hace unos meses, cuando la BBC emitió una crónica de lo que estaba sucediendo a 7649,7 km de Valencia. He podido ubicar Qezelabad por un post en que contaba una historia que empieza así: Distrito de Nahr-e-Shahi, provincia de Balkh, Afganistán. Bibi Gul, de 40 años, toma a su vaca por el bozal y sonríe ante las palmadas de felicitación que le da un grupo de mujeres. Con la espalda inclinada hacia adelante, avanza a paso lento, con esfuerzo, y ubica a su vaca junto a una pared, al lado de varias otras mujeres que esperan a que les entreguen sus propias reses.” Es una noticia de agosto, del 2016, con un titular “luminoso” que dice así: “La luz al final del camino: Afganos en situación de extrema pobreza tienen esperanzas de un futuro mejor”. Es del Banco Mundial, más concretamente de un programa dedicado a: “Centrar la Atención en los Más Pobres”, cuyo objetivo es “lograr que los participantes dejen de ser beneficiarios de los programas de protección social y desarrollen actividades generadoras de ingresos, y entren en contacto con programas de microfinanciamiento. La iniciativa forma parte del Proyecto de Acceso al Financiamiento en Afganistán, ejecutado a través del Mecanismo de Fomento a la Inversión en Microfinanzas dirigido a este país.” Como casi todo lo que Occidente ha hecho en ese país, el titular es lo único que se ha conseguido colocar en el mundo virtual. Y ahí acaba el programa. He hecho rastreo por el flamante “The Targeting the Ultra Poor (TUP) program” y no he sacado más información sobre, si se ha hecho seguimiento a Bibi Gul, o si se ha comprobado que, de verdad, su pobreza ha desaparecido y el desarrollo de su actividad le genera suficientes ingresos.

    En el pueblo de Bibi Gul había más que pobreza, sin embargo, algo que no vió el Banco Central cuando llevaron la vaca. En Qezelabad había más de 400 misiles abandonados por las tropas soviéticas. Tras el final de la guerra, en 1989, las tropas rusas dejaron sembrado Afganistán con todo su aparataje bélico, donde coexisten a día de hoy los cementerios de tanques y carros de combate T55 y T62 olvidados con los cementerios de las víctimas civiles anónimas que tantas guerras han provocado. Al pueblo de Bibi Gul le tocaron en herencia estos misiles abandonados, y familias, como la suya, de extrema pobreza, decidieron darles uso como material de construcción barato. Desde entonces, estos misiles han formado parte de sus techos, de sus puentes, de los topes de sus puertas, de paredes de alhacenas y hasta de viñedos con sus sarmientos y zarcillos apoyados sobre ellos. Algunos lo sabían, otras, las mujeres como Bibi Gul que aparecen en el reportaje, se enteraron no hace mucho de que tenían misiles en sus chimeneas y que podían haber saltado por los aíres en cualquier momento si hubiese detonado. Ahora las mujeres de Qezelabad ruegan que se los retiren cuanto antes. Se han encontrado casas con 26 misiles incrustados, unos 1200 kilogramos de explosivos, más o menos. Qezelabad entero podría haber saltado por los aires. Desde que un visitante alertase de la presencia de los misiles, un equipo de artificieros está llevando a cabo su delicadísima extracción. Altamente sensibles al impacto y a la presión, se están llevando a lugar seguro donde se destruyen con explosiones controladas.

    Es una historia tremenda, de las que se me quedan pegadas en algún lugar y que me obligan a levantar cabeza del ombligo... No he escuchado a ningún candidato hablar de Afganistán, en los debates que tanto han arrasado en audiencia. Ni Afganistán, ni Yemen, ni Siria, ni ningún país en guerra. Ni una palabra de esas realidades, tan lacerantes. Ya sé que se trata de España, pero esa ausencia total de lo de fuera, de lo que sucede en otros lugares, como si no tuviesemos nada que ver con ellos ni ellos con nosotros... Me deja descolocada. Como si pudiésemos vivir nuestra realidad al márgen de lo global. Me hubiese gustado escuchar qué harían, si llegasen al poder, con las políticas internacionales. A mí me importa lo que le pasa a Bibi Gul. La única diferencia entre ella y yo es dónde hemos nacido cada una, y eso marca su vida y la mía. Podría ser yo quien dependiese de una vaca para sobrevivir o de un artificiero que me quitase los misiles de mi chimenea. Nada. Cero. Lo que no se nombra no existe. En los debates, con tantísima audiencia, se podrían haber nombrado otras realidades y haberlas tenido en cuenta para saber qué propuestas ofrecían los candidatos a la Moncloa para las mujeres de Afganistán, las chicas secuestradas por Boko Haram, o los niños y niñas que mueren de hambre en Yemen cada día. Me hubiese gustado escucharles, aunque solo fuese por saber sus intenciones al respecto.

    Me pregunto también, y ya para acabar porque me voy a votar en cuanto termine, cuántas personas de las que irán hoy a las urnas, habrán construído su voto con las ideas que la ultraderecha ha dejado sembradas en nuestro país, sin ser conscientes del riesgo que conlleva. Y si se han parado a pensar, en cómo pueden detonar sus votos dentro de unos meses, si estas ideas, recuperadas en campaña electoral, llegan a formar parte de nuestro espacio democrático.

     

     

    One response to “El voto detonante

    1. Hola Fani,
      Tu sensibilidad te hace sufrir.
      Muchos olvidamos que todo está interrelacionado mundialmente, que tarde o pronto nos afectará lo lejano.
      Hemos caído tan bajo que ya no respetamos al adversario y muchos, hasta desean su desaparición.
      Gobiernos hay que venden armas para activar conflictos, conscientes del daño, y seguros de su impunidad y del beneplácito de sus electores.
      Ojalá tu lamento fuese recogido y asumido por todo el mundo. Personalmente con dolor, creo es predicar en el desierto. Ojalá me equivoque, por mis hijos y mis nietos.
      Saludos.

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