Forestal, actor, probador de colchones y crítico gastronómico, magisterio, maestra de guardería, fisioterapeuta, supervisor de música, animación en 3D, fotógrafa, policía local o guardia civil, abogada o música, maestro de educación física, magisterio, agente medioambiental, guardia civil del Seprona, magisterio infantil, celebrity, creadora de videojuegos o esteticién, informático, veterinaria, psicóloga o maestra de história, informático de animación 3D, veterinario, enfermera, pediatra, periodista, nutricionista, cocinero, maestro de educación física, futbolista profesional, diseñadora gráfica en 3D, fotógrafa, peluquera o maestra de infantil, militar, eseticién, cocinero o músico, bombero, trabajar en Greenpeace, médica, fisioterapeuta, policía nacional, actriz, músico, veterinaria, algo que esté bien pagado, cocinera o repostera, maestra de guardería, dedicarme al deporte o ser monitora de campamento...
Les pedí que anotaran en un papelito de forma anónima a qué les gustaría dedicarse profesionalmente en el futuro. “Es que aún no sé qué quiero ser”, dijeron un par. “No pasa nada, piénsalo unos minutos y anotas a lo que te haga ilusión dedicarte”. Quería analizar con el alumnado de 4º de la ESO del IES Càrcer, donde fui la semana pasada a hablar del buen uso de las redes sociales (y a tirar piedras con 3º y 4º), hasta que punto lo que sucede en el mundo real es trasladable al mundo virtual de manera segura. Quería, sobre todo, que tomasen conciencia de que ese mundo digital en el que han nacido, y donde tantas horas pasan, puede marcarles de por vida si no controlan algunos comportamientos de riesgo. Son nativos digitales, pero eso no significa que tengan toda la información necesaria y merecida. En ocasiones están jugando con un fuego que puede socarrarles el futuro y no siempre es responsabilidad suya que eso suceda. Como ensaladeras tenían los ojos mientras iban comprendiendo esa otra cara, menos jijijaja, de las redes y de sus teléfonos móviles. El silencio significativo al hablar del sexting, las miradas y los movimientos incómodos en algunas sillas al abordar el child grooming, el happy slapping o la indexación, indicaban que íbamos bien. Ejemplo práctico que pillaron a la primera mientras desdoblábamos, ya casi al final del taller, los papelitos dónde habían escrito qué querían ser ‘de mayores’: ir a una entrevista de trabajo y no conseguir el puesto deseado porque la persona que hacía la entrevista habría hecho un paneo por los perfiles sociales y había tropezado en la red con alguna foto suya haciendo el cafre en cualquiera modalidad de hacer el cafre que los catorce-quince años ofrece.
Sé que la mayoría salieron con una visión diferente del mundo virtual. Sé también que muchas preguntas quedaron por formular porque sus cabezas bullían y no hubo tiempo de procesar juntos tanta información. Y se, o intuyo, que un bastante por cien de la clase, no parará hasta encontrar las respuestas adecuadas. Sólo espero, de todo corazón, que sepan encontrar el tremendo potencial de las redes y que las conviertan en sus aliadas, y no en obstáculos para su formación. Espero también haberles contagiado del 'humanismo' con que pueden 'estar-en-red' y que les puede ayudar a mejorar como personas. ¿Y yo qué?... Pues yo me volví con los 47 papelitos en un bolsillo que fui leyendo una y otra vez en el tren de regreso a Valencia. Los he tenido toda la semana en un montoncito, sujetados por un clip grandote de plástico amarillo al lado del ordenador, aquí donde escribo a última hora del jueves mi fémur. Cada mañana los he repasado, ordenado, he mirado si alguno se había desprendido y hasta hoy no he sabido qué iba a hacer con ellos. Sólo papelitos, dirás. Es una opción, que sean 'papelitos'. Para mí son sueños, 47 exactamente, con 47 proyectos de futuro de 47 personas cuyos ojos y sonrisas cómplices he visto, y de quienes he sentido abrazos emocionados en la despedida del Instituto (entrañable el 'momento brackets'). Soy incapaz de hacer un gurruño con estos 'papelitos' y tirarlos a la papelera para que vayan luego al contenedor de papel, y a saber a dónde desde allí. Siento un respeto reverencial por los sueños, no tanto por si se cumplen, sino por el extraordinario hecho de tenerlos. He decidido guardar estos 47 sueños. Y, además, he añadido uno mío: que un día vuelva a encontrarme con estas chicas y chicos, y que les pongan nombres y apellidos a los papelitos como profesionales bien remunerados y en igualdad de condiciones y oportunidades. Hala, voy a ponerle el lacito.
Y yo añado, a esos sueños- 47+ uno-, una certeza: estoy segura de que el día que vuelvas a encontrarte con ellos, convertidos en esos profesionales con los que sueñan, todos y cada uno de ellos recordarán, con pelos y señales y enorme agradecimiento, el día en que la Almirante de la Mar Virtual, fue a su clase y les mostró con cariño, firmeza y conocimiento , a navegar tan seguros como caminan en tierra firma,sorteando escollos, cantos de sirena y corrientes peligrosas… Que gran labor, Fani! Enhorabuena!
Gracias, Marisa, me llevo sus miradas para siempre. Esa curiosidad en estado puro, y esas ganas que mostraron de enterarse de las cosas importantes.