Elogio de las piedras

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  • Cuando lo macro se pone imposible me bajo a lo micro y me pongo en modo ‘mindfulness renacimiento’. Consiste en volver la mirada a lo mío, a lo que sea que esté haciendo en ese momento y dotarlo de un significado más profundo; darle un sentido absoluto, total, incontestable, e impregnar aquello que tenga entre manos de una presencia plena y consciente; sabiendo que, ‘eso mío’, es lo ‘tuyo también’, porque somos sistema y cualquier ‘mío’ formará parte de ti en algún momento y de alguna manera. Estamos en red. Y si somos capaces de tejernos, por mucho que nos quieran destejer desde arriba por momentos, hay que seguir uniendo hilos para reforzar los nodos. Me gusta poner toda la consciencia en ese espacio que me atañe y que depende enteramente de mí: el espacio personal. Un lugar cálido del que no suelo despegarme pues es donde tejo mi red. Donde alimento ‘lo mío’. Cuanto más se resquebraja lo de fuera, lo que no controlo, lo que no depende directamente de mí, más cariño, afecto, pasión, ternura, serenidad y amor deposito en ese lugar mínimo, íntimo y personal. Cada vez que escucho el ruido seco de la realidad rajada en dos, que hace así rgsssss, como una sábana de algodón bueno desgarrada por el centro; es cuando con más ímpetu habito ese emplazamiento emocional y más lo mimo, más lo cuido, más lo respiro, más lo siento, más lo quiero, más lo poseo, más... Más sé que lo tengo.

    El día que Trump ganó las elecciones me pilló revisando el material didáctico de un taller sobre el buen uso de las redes sociales para las alumnas y los alumnos del IES Càrcer, en la Ribera Alta. Había madrugado más de lo habitual, con recelo de empaparme mejor de los textos sobre redes y menores que la profesora de Derecho Penal, Paz Lloria, me había pasado sobre la cara más oscura de las redes, un aspecto del que hay que alertar sí o sí: grooming, stalkingsexting, sextorsion, happy slapping... (1000 gracias, Paz). Encendí la radio antes que el café (raro en mí) y escuché la noticia. El brutal rgsssss que oí me sentó de cuajo en la silla de la cocina... ¡Un tipo que dice que a las mujeres se nos puede coger por el coño se había convertido en uno de los dirigentes más poderosos del planeta!... Rgsssss, rgsssss, rgsssss... La incertidumbre a veces tiene su aquel, pero ésta de no saber cuando empezará la berrea entre Trump y Putin, como Javier de Lucas escribió brillantemente en Al Revés y Al Derecho, tiene maldita gracia. Leí al profesor de Lucas y no quise saber nada más. Me practiqué un ‘mindfulness renacimiento’. Me hice un café más rico que nunca. Me busqué una taza especialmente bonita. Me corté un trozo de bizcocho casero, de canela. Y me dedique única y exclusivamente, con todos los sentidos, al material que tanta ilusión me hacía preparar para el taller. Y agradecí la oportunidad que tenía de visitar un Instituto de Secundaria el viernes, quizás mientras tu lees este Fémur, y poder compartir información sobre un tema tan importante. Supe al cien por cien que tenía que seguir tejiendo aquel material didáctico con más ilusión, cariño y respeto que nunca.

    Cuando me pregunten qué hacía yo el día que Donald Trump ganó las elecciones en EEUU en noviembre de 2016, quiero tener una respuesta digna que dar(me). Necesito saber que no contribuí al sentimiento de derrumbe con mi abatimiento. Porque si me abato, te abato. Si decaigo, decaes, Si me rindo, te rindes. Y si que me quedo quieta, te paras. Porque somos red. Somos sistema. Tu y yo. Por eso voy a seguir tejiendo. Ahora, justo ahora, en este preciso momento de desaliento, desasosiego y desesperanza, que sé que quizás has sentido o sientes aún. Ahora hago como la corresponsal de guerra, Martha Gellhorn y: “Tiro piedras sobre un estanque. No sé qué efecto producen, pero al menos yo tiro piedras”. Ojalá tires piedras tú también.

    (Foto de cabecera: Licensed under the Creative Commons Attribution-Share Alike 2.5 Generic license)

     

    4 responses to “Elogio de las piedras

    1. La sangre tiene razones
      Que hacen engordar las venas
      Pena sobre pena y penas
      Hacen que uno pegue el grito.
      La arena es un puñadito
      Pero hay montañas de arena.
      —Atahualpa Yupanqui

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