Yo, croqueta

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    ✍🏽 Firma Invitada

    Belén Hueso 

    Bloguera, colaboradora en La Vanguardia CV

    Ha escrito "Los Músculos de la sonrisa" 

     

     

    "Si en algún momento tropiezan con alguna historia o con alguna de las criaturas que pueblan mis libros, créanselas porque me las he inventado." 

    Ana María Matute

     

    En estos días de confinamiento, estoy aprovechando para hacer un curso de escritura creativa: técnicas y consejos para mejorar en la escritura, o para quienes quieren iniciarse en este mundo, pero necesitan un empujón. Una de las primeras cosas que se dice, es que solemos escribir como ejercicio terapéutico; para contar ideas, o qué nos gustaría cambiar, para hacernos preguntas y encontrar respuestas, o para vaciar de nuestra cabeza aquello que nos preocupa. Y aprovechando que tengo activadas las neuronas que trabajan para que pueda escribir, estaba dándole vueltas…

    Antes, en Semana Santa, por eso de no poder comer carne, mi abuela hacía croquetas de bacalao; a mí me encantaban, no esperaba a que se enfriaran, tal cual las sacaba de la sartén… Le salían finas y alargadas, con ese sabor mezcla de patata, bacalao y perejil. Ella no le daba demasiada importancia a su preparación: Primero hay que dejar el bacalao y la patata 48 horas a remojo antes de cocerlos, luego se baten la patata, el bacalao desmigado, un par de yemas de huevo y un puñadito de piñones; y, por último, se hacen las formas de las croquetas con esa masa, se moja en claras de huevo para que no se pegue en la sartén, se fríe y listo.

    Llevo toda mi vida comiéndolas, pero había un fenómeno que no lograba entender: ¿Por qué la masa, antes de que se compacte lo suficiente, no se deforma ni se desmonta?

    Hay un paso que me fascina: cuando se van cogiendo puñaditos de masa y, dándoles más o menos forma, se escupen al aceite hirviendo, encargándose de respetar la forma. Pues en ese punto siento yo mi cuerpo. No cómo lo veo cuando me pongo frente al espejo, si no cómo lo siento yo (propiocepción). Tirada en la silla, sin nada firme que me dé forma, con peligro de espachurramiento: sin esa consistencia que lo hace firme y que no se deshaga. Mi cuerpo tiene músculos, huesos, tendones, venas y muchos tejidos unidos que lo hacen uno, sí, como todos; pero falta orden en la cocina (llamémosle frataxina) para que no desaparezca la receta (neuronas), porque sino los ingredientes de la masa no estarán en su justa medida (nervios débiles) y el pellizco de masa se desmenuzará al echarlo a la sartén (podemos llamarlo cadera que se va de lado, pierna que quieres lanzar pero no se mueve o mano que vuelca un vaso de agua). Nos quedaremos sin croquetas (llamémosle Ataxia de Friedreich) y tendremos que improvisar algo rápido (rehabilitación, prestación por dependencia, medicación, preocupación, revisiones médicas…). Ya ves tú, todo lo que nos ahorraríamos si nos dejásemos de improvisaciones, invertimos en ciencia y encontramos una cura.

    Así que, como durante este confinamiento tengo que improvisar algo rápido, mucha de la energía que estoy invirtiendo es en trabajar bien esa masa para que se mantenga compacta. Eso sí, se hace lo que se puede.

    Termino ya el post y sigo sin entender bien cómo, una simple croqueta de bacalao, es capaz de no deformarse, y mi cuerpo sí. Debe ser porque el cerebro humano es tremendamente complejo y sensible, con una maraña de cables, conexiones e interruptores. Por el momento, me voy a ir a la cocina, a ver si logro encontrar la complejidad de la croqueta…

     

    P.D. Gracias, Fani Grande, porque cuando te digo ven, lo dejas todo y vienes ☺

     

     

    "Belén Hueso o cómo plantarle cara a la ataxia de Friedreich" 

    "Capacidades diferentes"

    Ataxia de Friedreich

    Belén Hueso en la Feria del Libro de Valencia

     

    2 responses to “Yo, croqueta

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