La banalidad de la política

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  • “Abrí el mar para ver qué escondía tanta agua acumulada”.
     Desesperanza, de Ana Noguera.
    Cualquier tarde, en cualquier ciudad, en una consulta de un terapeuta de parejas, de parejas que han acudido conscientes de tener algún problemas en la relación, algún problema que aún esperan poder resolver... Cualquier tarde, como digo, se puede escuchar en esa imaginaria consulta la propuesta de volver a conectar con lo que les enamoró la primera vez. Y revisitar esa primera vez para intentar empezar de ‘nuevo’ si honestamente se dan cuenta de que ‘eso’ sigue estando ahí. Siendo ‘eso’ lo que quiera que sea para cada cual, y que no hace falta ni decir en voz alta. Sería una reflexión íntima y personal sobre lo que les apasionó hasta el punto de establecer una relación amorosa. Se trataría de hacer un viaje hacia atrás en el tiempo, al principio, quitándose de encima capas de enfado, desconfianza, desengaño, desencanto... Quitarse una capa tras otra hasta quedar desnudos frente a aquella emoción, rara tal vez a los oídos que escuchan dicha propuesta esa tarde... ¿Qué te atrajo?... ¿Qué sentiste?... ¿Cuál fue la sensación?... ¿Qué proyectaste hacer a su lado?... ¿Qué soñaste?... El reto es llegar a esa emoción, a ese sentimiento medio mágico para, desnudos, tener el valor de volver a mirarse a los ojos, y tratar de reconocerse en la mirada del otro. Y con ayuda, rehacer o ajustar la relación... O no. No reconocerse para nada en la desnudez y tener que tirar de valentía para terminarla.  
    Me pregunto cuántos de los que están a día de hoy en la política activa (cobrando sueldos de dinero público) serían capaces de pasar por una hipotética consulta terapéutica, de una ciudad cualquiera, una tarde de estas... Y tener el valor de sentarse a resolver la dramática situación por la que atraviesa la relación de los políticos con los ciudadanos. Y si, allí sentados, se atreverían a llevar a cabo el ejercicio de conectar con ‘eso’ que les llevó a la política, y explicarse con sinceridad qué fue lo que vieron en ella que les impulsó, libremente, a establecer la relación con nosotros... ¿Qué les atrajo?... ¿Qué sentían hacía ella?... ¿Qué querían obtener?... ¿Qué proyectos tenían?... ¿Por qué se dedicaron a esa actividad y no a otra?... Si la respuesta a estas cinco preguntas no es la misma, y la única posible, lo mejor que pueden hacer por el bien de todos es poner fin a la relación. Cuando un político renuncia a ser útil a los ciudadanos, que es lo que le define como político, queda inhabilitado para ocupar su cargo. Cuando un político se reconocen más en los ojos de su partido que en los ojos de la ciudadanía, ha perdido el derecho a seguir ‘disfrutando’ de la relación con ella. Me voy a ahorrar hoy el mal trago de dar nombres porque, siendo valenciana, la semana política ya ha sido lo suficientemente humillante para quienes cumplimos con nuestra parte del compromiso. 

    4 responses to “La banalidad de la política

    1. Me quedo con la primera parte del artículo, Fani. Cuestiones universales que tu trasladas al papel. La reflexión política nunca llegará. Son sociópatas. Carecen de empatía, y por tanto es inútil, jamás lo entenderán. La cuestión es ¿Es posible recuperar las emociones que tuviste con la persona que amas? ¿Todo tiene fecha de caducidad? ¿Consiste en rechazar el producto viejo por otro nuevo? ¿Basta con el cariño para continuar? Gracias por tus artículos una vez más, Fani. Un beso grande, amiga

    2. Es una cuestión de re-flexión, que consiste en mirar a los ojos a tus padres ( a todo aquello que los representa: amigos, pacientes ciudadanos, en definitivo el otro que te define por tu relación con él) e inclinarte ante ellos, primero ante tu madre y luego ante tu padre. Si hay respeto puede haber amor, empatía, prox(j)imidad.
      El problema es cuando ellos (los padres) no se miran a los ojos, aún así uno debe respetar y agradecer, y si puede, reparar por uno y por otros (ellos), eso implica responsabilizarse de la culpa propia y de la del otro, que también es nosotros… la política no puede recomponer la mirada perdida, desviada o interrumpida, ni elevar nuestro cociente de inteligencia reflexiva o emocional, pero hay otras formas de hacer política, una de ellas es por resonancia, y aquí el recuerdo del recuerdo es una técnica útil… Pero esa es otra historia.
      Un artículo magnífico, sublime…
      Javier, de oficio recordador.

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