Sí quieres conocer bien
a alguien, mírale a los codos. Has leído bien: a los codos. No a los ojos, ni a
las manos, ni los dientes, ni siquiera el coche o el bolso. Los codos te lo
dicen todo de la persona, sin embargo, son los grandes olvidados. Hasta los fisioterapeutas lo reconocen: “El codo es una región
que con demasiada frecuencia se explora mal por los fisioterapeutas
por una falta de atención al detalle”. Ah, el detalle… Es la clave de casi todo
en este mundo. Y el codo es el principal perjudicado en el macro-cuidado
cotidiano. El codo parece a priori una zona incómoda de acceder, y suena más
asociada al campo semántico de durezas y sequedades que al de epidermis, o
tersura. Es imperdonable que el mundo se acuerde de los codos cuando los
‘pierde’ por bursitis, epicondilitis, epitrocleitis o psoriasis y no les
dedique más atención (excluidos los ‘codos pelaós’ de los sabios, a esos se les
perdona todo). Me acuerdo de una noticia que provocó cierto impacto y que
explicaba con todo detalle la técnica de blanqueamiento
para el ano como lo más in en Estados
Unidos. Que dices, vale, me parece genial que el ano alcance ese nivel de celebrity, pero que un zona no expuesta
(de normal) a la intemperie merezca la última tecnología, y que unos codos que
están al pairo las 24 horas muchas veces, sean sistemáticamente ignorados por
las campañas dermoéstéticas, roza la ignominia.
¿Tú cuánto tiempo hace
que no te mimas los codos?... ¿Cuántas veces en tu vida has tomado conciencia
de que tienes uno en cada brazo pivotándote la flexo-extensión
y la pronosupinación?...
Voy más lejos todavía: ¿Se te ha ocurrido ni tan siquiera acariciar el codo de
otra persona en algún momento de tu existencia?... Pues proclamo desde ya que
los codos son más que agradecidos a las cremas nutritivas y al contacto de las
yemas de los dedos propios y ajenos. Y de paso confieso sin salir del segundo
párrafo que no hay nada que me seduzca más que el espectáculo de unos codos
suaves, hidratados, y sonrosados. Hay codos que parecen posavasos, de tan
duros, y chafados como están; que los ves asomar de casualidad por una manga y
te dan ganas de hacerles una funda de crochet
para protegerlos de todo mal. Hablando de todo mal… Los codos de Gallardón...
No quisiera yo morir sin ver los codos de Gallardón. Además de ser el único ejemplar de homo políticus cuyas cejas no le dejan ver la realidad, el Ministro de (in)Justicia representa
el último eslabon de erectus
que tiene dos imanes con el logo de la Conferencia Episcopal en lugar de las
bolsas oleocranianas del resto de ciudadanos de bien. Esto no explicaría de ninguna manera la
razón para ponernos a las mujeres otra vez bajo el yugo de su ley del aborto, pero serviría para que lo
pegásemos a la puerta de la nevera cual imán
y sujetara la lista de los agravios que nos perpetra.
Tremenda, eres tremenda… Còm et venen al cap eixes comparacions? Mira q les celles de Gallardon estan ahí, tapant-li la realitat… Però els colzes… Jo penjaría a la nevera (amb un imanet) una altra part del seu cos