Querida Rose…

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  • #SanOlaf
    Si te has incorporado en esta nueva etapa del Fémur (estuvo cerrado un año), quizás no sepas que una de las filósofas de cabecera más queridas de este blog es Rose Nylund. Rose, “antes de compartir mansión con Las Chicas de Oro en Miami, vivía en San Olaf, un pueblito americo-noruego ubicado en Minnesota”. Y acaso no has visitado San Olaf, la patria chica de Rose, un lugar mítico que ya forma parte del imaginario colectivo femuriano para los lectores. En San Olaf fue donde nos grapamos el hígado por primera vez allá por el año 2012. Es un lugar mágico, de gente tranquila, cada uno de su padre o de su madre, que vive y deja vivir y que se reúne cada tarde frente al Agujero Negro, simplemente a contemplar la maravilla que les ofrece ese aleph autóctono y particular del que disfrutan en silencio. La filosofía vital de Rose podría resumirse en la frase que recoge el Fémur en papel en el capítulo dedicado a San Olaf. “Si sujetas un pajarillo dulcemente entre tus manos, se quedará. Pero si lo estruja con fuerza, se le saltarán los ojos”. Te parecerá simple a la primera leída, pero puede que acabes de leer todo un tratado sobre empatía y compasión. Con cuánta frecuencia ves cómo se estruja, maltrata, ahoga, asfixia y aplasta lo más frágil... Lo más vulnerable... Hay que apretar mucho, mucho, mucho para hacerle saltar los ojicos a algo tan frágil como un pajarillo... Nadie en San Olaf haría algo así. Jamás.
    Rose Nylund
    Conocer a Rose es quererla en su extraordinaria e inenarrable personalidad. Una mujer mega solidaria, una gran activista a quien el Fémur quiere hoy rendir reconocimiento, por mucho que ella se haya resistido a que su hazaña se haga pública. Resulta que, Rose, en octubre de 1987, harta de estar preocupada por la guerra nuclear y muy afectada por ver sufrir a los niños de su Patrulla de Cadetes Sunshine (una especie de boyscouts) por el no-futuro que les esperaba, escribió una carta a Gorvachov que cambió el rumbo de la historia. “Querido Gorvachov: le escribo porque me preocupa mucho la guerra nuclear, dicen que hay bombas suficientes para reventar el planeta cien veces y me da miedo... “. La carta terminaba con la advertencia de que, en caso de llevar el Premier Ruso la iniciativa, en ojito que llamase a Reagan a la hora de la siesta, que lo pillaría cruzado. Dos días más tarde envió otra misiva similar a Ronald Reagan. Por motivos de seguridad, no puedo dar detalles, pero lo de la carta fue en octubre de 1987, y “en diciembre de 1987, los dos líderes firmaron el Tratado de Washington, que preveía la destrucción de las armas nucleares de corto y medio alcance. Era el fin de los SS-20 soviéticos y los euromisilies (Pershing y Crucero). Por primera vez, las dos superpotencias firmaban un acuerdo que no limitaba sino que eliminaba de forma verificada armas nucleares”. Esa es Rose Nylund.
    Rose ya me echó un cable cuando escribió por mí el Fémur de aquel viernes, cuando yo no estaba para nada. Ahora le voy a pedir que se venga a pasar unos días por aquí, que algunos están pidiendo una carta suya a gritos. Además, me muero de ganas por volver a tomar sus deliciosos Sperheoven Krispies a media noche.
      

    2 responses to “Querida Rose…

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