Konoo

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  • Me llamo Konoo y me ahogué esta semana en el Mediterráneo. Bueno, al principio no me ahogué. Tragué mucha agua y por casi... Pero me rescataron aún con vida. Al rato estaba ya muy malito y no lo conseguí. Lo de seguir vivo, me refiero. Intentaron reanimarme. Muchísimo rato. Tiene los pulmones muy pequeños, dijeron. Así que no conseguí llegar a Francia, que era el plan de mi mami. Morir a los seis meses es una faena porque, además de tener los pulmones muy pequeños para un naufragio, no puedes cumplir los sueños.  Y lo peor de todo no es eso. Lo peor es que no me ha dado tiempo a decir el nombre de mi mami. Y yo quería que me oyese pronunciar su numbre. Jo-se-pha, Jo-se-pha, Jo-se-pha. Me lo decía cada noche, abriendo mucho la boca para que viese bien como se hacía, que decía la ‘pha’ como una explosión final y era super graciosa. Mi mami hacía esas cosas de hablarme todo el rato. Desde antes de nacer. Desde antes de tenerme. Desde antes de saber yo que era yo. Me hablaba cuando estaba esperando a ser nombrado y elegido. Tuve nombre antes que cuerpo y eso es muy guai. Los bebés así somos muy queridos. Mi mami me llamó  Konoo desde antes de nacer. Y cuando ya llegué me decía al oído Konoo, mi bebé, mi vida, mi corazón. Y luego decía, Konoo, tú vas a ser importante. Y también, Konoo, eres mi tesoro. Eso me decía. Todos los días me quería, mi mami. 

    Y así siguió hablándome y contándome cosas de Europa y de los libros que tendría que leer allí para ser alguien. Decía, Konoo, mi bebé, estudiarás en la universidad y entenderás bien todas las cosas. Konoo, mi bebé, mami te llevará donde se cumplen los sueños. Y entonces me contaba la historia de la mamí valiente que cogía a su bebé en mitad de la noche y que subía a una barcaza y cruzaba el Mediterráneo con él guardado en su pecho, y que llegaba a España y abrazaba a las tías en Barcelona y luego se iba a Lyon con su bebé abrazado. En Francia es donde yo iba a ser importante. Estudiaría en el Institut d'Études Politiques de Lyon. Mi mami lo tenía todo planeado. Me decía Konoo, mi bebé, mi vida, mi corazón, tú cambiarás las leyes y ayudaras a otras personas a llegar a Europa con las ropas secas. Y me estrujaba tanto que me ahogaba con su teta. Otros días decía, Konoo, mi bebé, mi amor, mi vida, tú serás futbolista y ganarás mucho dinero. Alcalde de Lyon o futbolísta, ese era el plan. Y yo la miraba, tan guapa, y olía a pastel de calabaza. Y era feliz de escuchar su voz contándome el cuento de la mami valiente que coge a su bebé en mitad de la noche y sube a una barcaza y todo eso que te acabo de explicar.

    El corazón de mami latía super deprisa la noche antes de ahogarme. Pum-pum-pum, pum-pum-pum, pum-pum-pum. La miré y le pregunté qué le pasaba. Aunque no hablo, sé preguntar con los ojos. Ahora no sé si hablar de mí en pasado o en presente. No me he acostumbrado a morir, así que me verbalizaré según vea. Ya me queda poco tiempo aquí, de todas formas. Como te decía, esa noche, mi mami me dijo, Konoo, mi bebé, mi amor, mi vida, eres lo que más quiero en este mundo. Y yo le dije mamí ya lo sé con mi sonrisa, que es la forma de hablar de los bebés. De los bebés vivos, claro. Y entonces ella dijo, Konoo, mi bebé, mi corazón, no te olvides de mí nunca, pase lo que pase, no me olvides, Konoo. Mami tenía miedo del viaje, se lo dijo a la yaya por teléfono. Madre, no es por mí, es por mi bebé, aquí no hay nada para él. Nada es nada, madre. Y dijo no llores, madre, por favor, madre por favor, madre por favor, a mi bebé no le va a pasar nada. Y colgó y volvió donde estaba yo y me cogió en brazos y me abrazo y dijo, Konoo, mi bebé, mi amor, no tengas miedo de nada. Te cuidarán las estrellas. Todas las estrellas del cielo. El cielo entero te va a cuidar, mi bebé, mi vida, mi corazón. Y entonces me dio muchos besos. Besos pequeñitos y saladitos. Siempre me daba besos de ruido que me hacían cosquillas en el cuello, pero esa noche me daba besitos suaves mientras susurraba nana-nana-nanaaaaa. Y así me dormí.

    Y fue cuando desperté dentro de aquella barriga gigante de agua salada y helada. Y fue cuando oí llorar a mi mami y gritar, mi bebé, mi bebé, mi bebé, mi bebé, mi bebé, mi bebé, mi bebé, mi bebé.  Y fue cuando no pude ni decirle mami estoy aquí, de tanta agua entrándome por la boca y por la nariz. Y fue cuando tenía tanto frío y veía todo oscuro y subía y bajaba por aquella barriga enorme. Y fue cuando intenté pronunciar Jo-se-pha y no pude. Tenía pensado decir su nombre cuando llegásemos a Francia, que ya tuviese yo un año más o menos, pero como iba a morir entonces quise decírselo y que me oyese pronunciarlo. Pero no pude. Y ya fue lo que te he contado al principio, que me sacaron del agua aún con un poquito de vida pero que dejé de respirar pese a los tremendos esfuerzos del Open Arms, que lloraba lágrimas calentitas sobre mi cuerpo helado. También quise darles las gracias por intentar reanimarme y por salvar a mi mami, sobre todo, pero dejé de respirar y tampoco pude. Con seis meses hay cosas imposibles de superar. Sobrevivir a un naufragio en una barriga de agua salda y helada es una de ellas. 

    Y fue lo de mirar al cielo y ver cero estrellas. Y fue entonces cuando encontré a setecientos niños y niñas ahogados como yo. Fue entonces cuando empecé a escuchar historias como la mía. Fue entonces cuando supe que había tantos niños y niñas que habían salido de noche de sus casas en brazos de sus madres para subir a una barcaza a cumplir sus sueños. Niños y niñas que tampoco pronunciarían nunca más los nombres de quienes planearon un futuro mejor para sus vidas. Y fue lo de venir a pedirte un favor antes de morirme del todo. Bueno, dos favores, en realidad. El primero es que busques a mi mami y que pronuncies su nombre. Dile, Jo-se-pha, mirándola a los ojos, que es por donde verás asomarle el corazón bonito que tiene.  El otro favor es que cuentes esta historia. Cuenta la historia de las mamis valientes que cogen a sus bebés en mitad de la noche para subirse a una barcaza y buscarles un futuro mejor. Cuenta la historia de las madres que vieron ahogarse sus sueños más amados, mas queridos, mas deseados. Cuéntala, por favor. Eso es todo. Ojalá las estrellas del cielo te cuiden. 

    Nakany Kanté. De Conakry a Barcelone

    Lectura recomendada: Mediterráneo: el naufragio de Europa.

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    9 responses to “Konoo

    1. Desgarrador. El Mediterráneo es un cementerio enorme, lleno de ilusiones, historias, sufrimientos, y nos empeñamos en crear barreras, vallas más y más altas, y casi lo peor , es el silencio, el no querer oír ni saber lo que ocurre, necesitamos mantener nuestra conciencia en ese limbo de la ignorancia y del vacío. Tenemos que celebrar las navidades.

    2. Y nosotros pensando que no nos puede ir peor de lo que nos va. ¿Qué sabremos de la desgracia? Horror es el tener que jugar a las cartas con la muerte porque una parte del planeta te ignora, te da la espalda y pretende hacer creer que no existes, que no mereces una oportunidad y que ni siquiera te mira como un igual. Eso es el horror, pero el pozo sin fondo de la desgracia en el que puede caer un ser humano no es el que te lleva a perder la vida propia, es ver cómo tu propio hijo la pierde cuando intentabas conseguir que tu propio sueño fuese su realidad. Peor, mucho peor que la muerte propia.

    3. No puedo leerlo, me parte el alma, he tenido que ir saltando párrafos porque no puedo soportar tanta tristeza. Me parece magistral el escrito, te traspasa y te pones en su piel y….. sencillamente desgarrador. Gracias por trasladarnos allí y obligarnos a ver lo que no queremos

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