Elogio del lodo

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  • Unas ciento ochenta veces al año entra el Mar Adriático en Venecia provocando el “Acqua Alta”, un fenómeno conocido en la novela homónima de Donna Leon mientras acompañaba al Comisario Brunetti en su cruzada contra la corrupción política veneciana. El mar lame Venecia demasiadas veces, dejando en su retirada una ciudad ribeteada de marcas que conforman un fresco preocupante en los bajos de los edificios. Fascinados, los turistas, instangramean la inundación ante la mirada sombría de los venecianos, que cabecean no-no-no con los labios apretados en dos rayitas sabiendo que se les hunde el suelo casi dos milímetros al año. Como hiciesen los hijos de Yahvé confiando en Moisés para salir de Egipto, los venecianos depositan sus esperanzas en su MOSE (Moisés en italiano) para permanecer en Venecia. MOSE, acrónimo de Modulo Sperimentale Elettromecanino, es un mega-proyecto que pretende repartir 78 compuertas por el lecho marino que atenúen el envite del Adriático. Las obras tendrían que estar acabadas, pero su ejecución ha coincidido en el tiempo y en el espacio con la ilimitada, metódica, sistemática y delictiva avaricia de políticos, empresarios y demás buitres leonados que planean sobre el dinero público. Una actividad que algunos han llamado ‘crisis económica’ para poder repartir estopa en los libros de historia. El año pasado, la Guardia di Finanza detuvo a 35 personas acusadas de corrupción, blanqueo de capitales y malversación de fondos públicos. Entre ellos, el alcalde de Venecia. “Cada uno de ellos, durante años, ha subordinado la función pública que debía tutelar los intereses de un grupo económico criminal, logando una serie impresionante de beneficios personales de todo tipo”, escribió el juez de instrucción.  
    Acqua alta en la Plaza de San Marcos, Venecia
    Los valencianos compartimos con los venecianos esa compleja y peligrosa relación con el agua, sabemos de inundaciones y de riadas: unas 75 desde el siglo XIV, según el periodista Vicente Aupí. La peor, la Gran Riada, de Octubre de 1957, cuando se encabronó de verdad el río Turia a su paso por la ciudad. “3.800 metros cúbicos por segundo”... “Llegaron ayudas de toda España, de todos los pueblos, dinero, ropa y comida”...“Las primeras cifras de los cálculos hechos, apuntan a 6000 millones de pesetas”... “Más de 12.000 comercios resultaron afectados y cerca de 3.500 familias se quedaron sin hogar, unos 2.500 eran refugiados en las primeras horas, se destruyeron más de 5.800 casas. A 6 de diciembre, en Valencia había 34 personas identificadas, 15 sin identificar y tres personas desaparecidas. En total 81 muertos”... “La Solución Sur fue un proyecto hidráulico que luego se convirtió en un ambicioso plan urbanístico: el Plan Sur de Valencia que incluía el desvío del río Turia a su paso por la ciudad”. En diversos sitios de la capital existen recordatorios de hasta dónde llegó el nivel del agua, que alcanzó los dos metros y medio en algunas áreas metropolitanas. Volver a ver las imágenes de la desolación en una ciudad devastada, contemplar el momento en blanco y negro del légamo reptando por las pantorrillas de los valencianos cuando bajaron las aguas, encontrar en las paredes esos ribetes marronuzcos que separaban la catástrofe de lo salvado. Ver tanto fango debió de ser terrible. Tanto lodo...
    Valencia, 1957, foto archivo Las Provincias
    Cincuenta y ocho años después de la Gran Riada, el lodo vuelve a aparecer en Valencia tras las graves inundaciones de los últimos años. Está emergiendo un fango denso, pegajoso como el tarquín, un barro que nos ralentizará el paso cuatro años más, si se nos queda pegado a las suelas #ChofChof. Un fangal donde algunos pretenden que sigamos chofchofoteando para seguir ellos achicándonos la pastuki que les llena los bolsillos gracias a tus impuestos y a los míos. Un dinero que no sudan y que disfrutan en privado, con el que se ponen ciegos de carpaccio y buenos caldos mientras tu, quizás, des pescado a tus hijos sólo una vez a la semana. Como en Venecia cuando se retrae el Adriático y bajan las aguas, que se ve la podredumbre de los canales, la ciénaga descubierta en Valencia estas últimas semanas ha llegado a ser pestilente. Por debajo de los ribetes marrones que marcan paredes y muros, se van apareciendo cual caras de Bélmez los rostros de los patéticos ‘amiguitos del alma’ y demás buitres leonados que planean sobre el dinero público. Ahora, cuando el barro asoma, es cuando mejor se leen los nombres de cada una de las inundaciones padecidas: Imelsa, Emarsa, Brugal, Valmor, Terra Mítica, Gürtel, Nóos, Visita del Papa, Blasco, Fabra, Rus, Ritaleaks...
    Sí, es cierto, muchos valencianos miramos hacia abajo estos días, pero no porque hayan conseguido doblegarnos las cervicales, es porque estamos viendo como se diluyen sus muecas torcidas y prepotentes, quedando reducidos a la caricatura política que en el fondo son, mientras metemos las manos en el barro y modelamos un futuro sin ellos.  

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