Dedico este Fémur a las hijas de mis amigxs, a sus amigas, y a las amigas de sus amigas ;-)
“Unas veces me amarás, otras me odiarás. Nunca sabrás dónde estoy ni dónde vivo. No seré un ángel... Ahora lo sabes”. Son las frases que susurra en el anuncio un malote de ojos azules y malafeitado, rubio, desenmarañao, mientras adereza esas palabras con imágenes suyas conduciendo a toda velocidad y marcha atrás un descapotable, to’loco, para aparecer en otro plano en un combate de boxeo, to’machote, y subirse luego a su motaza, rum-rum, rum-rum, to’encuerao, tumbando por una carretera con fondo de amanecer. Antes de terminar besa a la chica, a la que había hecho la cobra al principio del anuncio porque, todavía, no le había dejado clarinete sus intenciones. El #TheEnd del anuncio es, obiously, la penetrante mirada del chico a cámara, desafiante, provocador, en primer plano, en plan: Ahí te quedas, Maricarmen, que me vuelvo a Mundo Malote donde tú, mujer, no tienes acceso. Remata el clip la imagen del perfume publicitado, con el nombre del Eau de Malote (nombre ficticio), que sintetiza de manera impoluta en sólo 20 segundos el recadito del reclamo. Es curioso, la chica sale apenas en tres o cuatro planos: en uno diríase que aparece inquieta porque no entiende la cobra que le ha hecho el mozo. En otro está boquiabierta por la pericia del zagal conduciendo el carro marcha atrás a toda milk, y en otro está cegada, absoluta e inclementemente cegada por el beso del malote tras su sincera declaración de principios. No me extenderé en el análisis sesudo sobre los principios de los malotes, que los tienen; hoy sólo me interesa el final de los malotes. No un final cualquiera, uno en base a su valor. Vayamos, pues, sin más dilación (nunca había utilizado esta expresión) a ese final por puntos. Prometo ser lo más rigurosa posible en mi exposición.
- Punto número uno: Para qué vale un malote cuando estás en urgencias sola o con tu hija y no te contesta al teléfono porque, como ya te advirtió aquel día que lo conociste, nunca sabrás dónde está (por mucho que ya sepas a estas alturas dónde vive)... No vale pa’na. Así te lo digo. Sus ojos azules, su pelo rubio desenmarañao, sus cueros, su moto, su olorcito... Para nada, te vale. En el devenir malote, si aquel día iniciaste una relación con él, en lugar de señalarle por dónde se iba a Pontevedra con el índice anular, llegará a urgencias cuando tus amigas o familiares llevan contigo ya tres horas y el médico ha dado tres partes y tú te has bebido el miedo barra angustia barra tristeza con el café de la máquina de la salita de espera. Entonces llegará él, con su olorcito a malote, y te mirará como aquel día... Ah, que se me olvidaba: En el caso de que la hija sea de ambos, el malote la mirará como si sólo fuese hija tuya. Esto es por un superpoder de los malotes, que tienen hijos, pero, no me preguntes porqué, actúan como si sólo fuesen de las madres. El caso es que, llegará cuando ya no haga falta y no le puedas reprochar nada porque tú ya sabías que él no iba a estar nunca disponible para ti porque: “no soy un ángel, bla, bla, bla...” Hay casos documentados de malotes máximos que, en esas situaciones, se vienen arriba y aprovechan para dar lo mejor de ellos ofreciendo un bouquet verbal modelo: Ya estoy aquí, pequeña, ya pasó todo. En el caso más extremo de malote, puede salirte por un: Venga, di a tus amigas que se vayan, que ya estoy yo aquí, nena. Este último modelo de malote puede llegar a fulminar a tus amigas con el odio fraguado en su mirada tras años de despreciarlas porque tus amigas son un elemento que no tiene controlado de la relación.
- Punto número dos: Para qué vale un malote cuando consigues tu primer trabajo, o acabas con nota la carrera universitaria y no lo puedes celebrar con él porque no te contesta al teléfono; porque, como ya te advirtió aquel día que lo conociste, nunca sabrás dónde está... No vale pa’na. Así te lo digo. Sus ojos azules, su pelo rubio desenmarañao, sus cueros, su moto, su olorcito... Para nada te vale. En el devenir malote, si aquel día iniciaste una relación con él en lugar de señalarle por dónde se iba a Pontevedra con el índice anular, llegará al lugar dónde lo estés celebrando con tus amigas, cuando ya llevéis algunas botellas descorchadas y unos cuantos bailes o congas, según proceda... El caso es que, llegará cuando ya no hace falta y no le podrás reprochar nada porque tú ya sabías que él no iba a estar nunca disponible para ti porque no soy un ángel, bla, bla, bla... En este caso, el malote no entenderá qué pasa. A los malotes no se les pasa por la cabeza que sus chicas triunfen en algo que no tenga relación con ellos porque no integran que ellas tengan otro punto de interés aparte de estar pendiente de averiguar dónde viven ellos y por dónde tumban sus motos al amanecer. En el Mundo Malote, las chicas viven por y para él, y en eso consiste su estrategia de no proporcionar información compatible con una estabilidad emocional. Esta estrategia es más antigua que el orinal de cerámica, pero es la única forma que tiene el malote de huir del compromiso emocional. Lo indica el Manual de Malotes, Tema Uno, Modus Fugendi del Malote: “Siéntese al malote al lado de un compromiso emocional y observe cómo eyecta en cero coma de su asiento”. El malote, en casos más extremos, puede llegar sacarte en brazos de la fiesta, como si fueses un cervatillo indefenso (eso quisiera él), y desfilar desafiante delante de tus amigas porque la fiesta, para ti, sólo es él.
- Punto número tres: Para qué vale un malote cuando son las once y media de la noche y tú ya estás con tu manta en el sofá, y ya has comido la cena que te has hecho, y te has abierto una botella de vino y te has bebido una copa, y te has abierto el libro que te has regalado por la mañana, y te lo estás leyendo, y rapea Gata Cattana de fondo, y has apagado el móvil porque le has llamado cuatro veces por ver si venía a cenar, y no te ha contestado porque, como ya te advirtió aquel día que lo conociste, nunca sabrás dónde está... Pa’na. Así te lo digo. Sus ojos azules, su pelo rubio desenmarañao, sus cueros, su moto, su olorcito... Para nada, te vale. En su modus operandi, pulsará el timbre de casa cuando ya estés en la cama empezando a coger el sueño, y abrirás y estará plantificado en el quicio con su mirada desafiante, provocativa, y te soltará un qué ganas que tenía de verte con sonrisa ladeada y... Llegará cuando ya no hace falta, y no le podrás reprochar nada porque tú ya sabías que él no iba a estar nunca disponible para ti porque no soy un ángel, bla, bla, bla... Y tú lo dejarás entrar... O no. Porque, quizás, habrás leído este Fémur y entonces respirarás hondo, muy hondo, y le dirás: Mira, chaval, unas veces lo fliparás, otras no lo entenderás, pero por la presente oración enunciativa te comunico que no vas a cruzar esta puerta, ni que volverás a entrar ni a salir, y que te aprieto el delete, así, clic-clic. Y entonces cerrarás la puerta y retomarás tus sueños sabiendo que para lo único que valen los malotes es para hacer anuncios de colonia. Ese es su único valor. Eso es así.
Cómo manipular el sentido de independencia del ser humano para llevarlo al tereno del machismo más rancio
Muy buena reflexión.
Tendríamos que exigir responsabilidad a las marcas por los mensajes que lanzan y los modelos que promueven con su propaganda. ¿A quién va dirigido el anunció? ¿para qué?
Saludos,
Alberto
Pues sí, es hora de pedir responsabilidad en un tema tan serio, y con tanta relación directa con la violencia de género. Gracias, Alberto.
En las distancias cortas es donde un hombre se la juega.