Agrio, olía a agrio. Sabía
el aire a agrio. De repente. Andando por la calle el otro día. El rugido del
motor me explicó de dónde venía. Agrio, agrio... ¿Qué me era agrio?... ¿El olor
o la palabra?... Pensaba mientras se alejaba el camión de la basura, dejando
delante de mí una estela de olorsabor
como la que dejan de espuma en el mar los barcos que van de Valencia a Ibiza.
Todo podía haber terminado ahí, sin embargo me dio por pensar en aquella
primera persona que nombró ese olorsabor
y en cómo y porqué le habría puesto aquel nombre, y no otro. Y también en
cuando existía el sabor por un lado y la palabra por otra... Ostras, tú, es
que, en algún momento, no se sabría que ‘agrio’ era ‘agrio’... ¿Y qué había sido primero
la palabra o el significado?... Aprovecho los puntos suspensivos para aclarar
que no había bebido nada que no empezase por C de café, pero tras el último
interrogante me dio como vértigo y me entró una congoja rara por haber llegado
a la realidad cuando ya estaba todo con su nombre puesto y su significado
adjudicado... Y ahí sí que me entraron ganas de tomarme un madmen (lingotazo, en la serie “Mad Men” hay uno cada dos planos)
echando la cabeza pa’tras de golpe al beberlo y dejándolo en el mueble bar de
un puñetazo. Pero lo que hice fue retomar el paso porque no era plan: una
ciudadana perpleja de buena mañana, cuestionándose cosas en la vía pública,
puede convertirse en un peligro.
A lo mejor piensas que con
el cambio de párrafo voy a llegar a alguna conclusión con miga... Pues ya te
digo yo que, esta entrada, es una melonada (tiene a su favor que no te cuesta
un duro, comparada con las melonadas de Guindos; un poner). Pero ya que estoy,
te lo acabo de contar. La cosa es que, salir de la crisis gracias a las
palabras es una posibilidad que nadie contempla (se ve que al ser gratis...), pero
no hay que desdeñarla pues podrían ser la solución. Hay varias opciones: vaciar
de contenido la palabra 'crisis' y todo su campo semántico (primaderiesgo, ibextreintaycinco,
activotóxico...) para dotarla de
contenido favorable a las necesidades de la ciudadanía; o condonar el
significado de aquellas palabras que nos impiden salir del atasco (hipoteca,
desempleo, desahucio, despido...); o retirar de la circulación las palabras que
han demostrado con creces ser inútiles para los ciudadanos (políticos, banqueros...). En
fin, las melonadas no suelen acabar bien así que tomo prestados unos versos de
Miguel Veyrat que me han gustado mucho y que tiene que ver: “Conocerte y
fundarte./Arrebatar tu nombre a lo oscuro anónimo y secreto./Nombrarte para que
fueras...”, (fragmento de “La Voz Arcana”). Hala, ya’sta ;-)
Tú bien, Veyrat infumable
"Nombrarte para que fueras": Este tío es idiota
Siento que no te haya gustado su poesía, pero tampoco hace falta insultar, mujer. Un saludo.
Begoña digo tu nombre para que seas, "nombrarte para que fueras", para que existas. Por qué cuesta tanto respetar lo que no compartimos, lo que no apreciamos, lo que no nos gusta?
Melonada por melonada. No se si me enternecen la mayoría de tus comentarios porque parece que eres mujer, (en el mundo cibernético nunca se está seguro), o porque pareces la copresentadora de un programa de tv al que asistió mi queridísima hija cuando estaba en el cole hace mas de 20 años (Alababalá), o porque supe de tu blog leyendo tus reflexiones sobre la soledad hace unas semanas. Pero como yo también reflexiono de vez en cuando sobre qué fue primero si el huevo o el olor-sabor a agrio he querido devolverte la melonada. También gratis. Un saludo
Gracias, Alfredo, por el intercambio ;-)) Espero que tu hija guarde tan buen recuerdo como yo de aquel programa. Un saludo, y un beso para ella.