Un elefante, se columpiaba... 2017
El día que supe que Trump hacía una muesca en el revolver cada vez que “cogía a una mujer por el coño”, (lo dijo así, clic)algo me hizo crac muy adentro y supe que había entrado a formar parte, sin votarlo ni beberlo, de una realidad ultra hostil. Este presidente marcará tendencias, pensé. Y serán tendencias seguidas, temí. Y no serán bonitas, intuí. Como no tenía un estanque cerca para tirar piedras como Martha Gellhorn, escribí el “Elogio de las piedras”, un Fémur contra el desaliento, para no quedarme en la zona de desconfort en la que me había sentado la noticia del resultado electoral en EEUU. Estupefacción, incredulidad, rabia, indignación, Trump pilló al mundo por sorpresa, contra todos los pronósticos y expectativas, ganando a Hillary Clinton, la candidata demócrata. Nadie pensó que Trump fuera a... Y fue. Aun así, y desde los primeros momentos, parecía que no iba a completar mandato, que tenía los días contados, que aquello no podía prosperar, que cada barbaridad ‘titularizada’, cada tuit loco, cada exhabrupto, o comparecencia de traca, devolverían la Presidencia a un lugar más normal entre comillas. Sobre todo lo pensé tras la Women March, inmediata a su nombramiento, cuando miles de mujeres se hicieron grito y se manifestaron multitudinariamente ocupando la Avenida Pennsylvania en contra del homomisoginus-erectus que acababa de instalarse en la Casa Blanca con un revolver lleno de muescas. Veía las imágenes y pensaba que le quedaban dos telediarios, que le harían un impeachment, o que alguien comenzaría a leer la trilogía Norte y Sur, de John Jakes, en la Cámara de Representantes, utilizando la técnica del filibusterismo parlamentario, y no pararía hasta hacerle dimitir. Estaba convencida de que se le pararían los pies de alguna manera. No fue así. No ha pasado nada de eso y Trump sigue ahí, como el dinosaurio de Monterroso, pero no como microrelato ya, sino como historia. “Make my ego great again”, podría llamarse el capítulo que describiría su mandato. Aunque, para mí, de las conocidas barbaridades perpetradas desde 2017, la más lacerante ha sido el llanto desolado de las niñas y niños separados de sus padres y madres en la frontera con México. Esas lágrimas, que cicatrizaban solitas en sus mejillas sin que nadie las secase a besos, le perseguirán hasta el último día. La crueldad como marca personal. Sólo espero que cada ladrillo que ponga en su maldito muro caiga sobre su tumba política y le alicate el sepulcro cual materia radioctiva.
Dos elefantes, se columpiaban... 2018
A Bolsonaro tampoco lo esperaba el Mundo. Y volvímos a flipar, a indignarnos, a cogernos la cabeza entre las manos y a sacudirla leyendo titulares cuando ganó las elecciones. Y volvimos a pensar cómo era posible que fuese... Y fue. Y es. Bolsonaro, y cito textual un titular: “Además de misógino, el ultraderechista y capitán de la reserva del Ejército es racista, homófobo y un defensor de la dictadura”. Admirador confeso de Trump, cuya estela sigue por el mismo camino prepotente y alejado de toda empatía y respeto con quien es diferente. Y, ojo, todito de la mano de Dios, no olvidemos este detalle misericordioso para la siguiente cita: “Sería incapaz de amar a un hijo homosexual. Prefiero que un hijo mío muera en un accidente a que aparezca con un bigotudo por ahí”, dijo en 2011 (clic). Entre esta frase de Bolsonaro y aquella de Trump del párrafo inicial cabe toda la miseria moral que hace del Mundo un lugar ultrahostil para aquellas personas que no sean lo que algunos quieren que sean: Blancos, heteros, cisexuales y creyentes. Y si eres mujer, obediente. Y poco más. Todxs lxs demas quedamos al margen. Estorbamos... Bolsonaro ha tardado cero coma en ponerse a ello. Ha 'declarado' a las personas LGTBI fuera de esa legalidad indecente que está construyendo con lo votado. Una legalidad casposa, rancia, obtusa, amojamada, que huele a lo que olería un rincón herido de peste bubónica medieval. Cito textual: “Bolsonaro excluyó, de golpe, al colectivo LGTBI como sujeto de políticas y directrices pro-derechos humanos destinados a las minorías más vulnerables.” (clic) Traducido, significa que, para Bolsonaro, las personas que no son como a él le sale de los bolsonaros, no tienen #DerechoASer en Brasil. Cuando estábamos queriendo acortar la lista de países donde amar a una persona de tu mismo sexo está perseguido todavía, y reivindicando que las personas trans consigan disfrutar de los mismos derechos que las personas cisexuales, llegan estas ‘tendencias’ marcando el sentido contrario. Bolsonaro también ha puesto en su punto de mira a la clase trabajadora y a los indígenas, que me empiezo a preguntar para qué Mundos de Yupy va a gobernar, si deja al margen a tanta ciudadanía. Rescato aquí la reflexión de Pol Galofre (@Polgos) en su charla TEDx sobre la construcción de la masculinidad de forma consciente, cuando hablaba de cómo las personas trans han estado en los márgenes y cómo es, justamente, “por esas grietas de los márgenes por donde pasa la luz”. (clic).
Tres elefantes se columpiaban... 2019
A Vox tampoco lo esperábamos en España. Ninguna encuesta, valoración o proyección de voto acertó en los resultados de las elecciones andaluzas. Tras aspavientos, devaneos y el consiguiente ritual de apareamiento parlamentario, el PP logró la Presidencia de Andalucía pactando con Cs y sentando a Vox en la mesa. Vox, un partido cuyo documento electofundacional recogía sus intenciones de derogar la Ley de Violencia de Género, la Ley de Memoria Histórica y la Ley de no discriminación del colectivo LGTBI. Esto no puede ser, pensé. Y fue... Y traca,traca-traca,traca desde entonces. Vuelta a la indignación, a la rabia, a la incredulidad... Al final, en el texto firmado entre el PP y Vox (clic), Vox renunciaba a estas derogaciones y se redactaba un nuevo relato para la ocasión; pero, una cosa es pactar y otra cosa cumplir lo pactado, y esta semana, cito textual: “Un senador de Vox se estrena vetando una declaración contra la homofobia en el deporte”... ¿Cómo te quedas, maricarmen?... El texto vetado por Vox en el Senado era una declaración institucional, consensuada y apoyada por el resto de partidos, que reconocía la necesidad de fomentar y promover el respeto y la empatía en el ámbito deportivo al entender el deporte “como un espacio amable que ofrezca a las personas LGTBI recursos para una práctica inclusiva, segura y libre de discriminación”. Pues dice Vox que ya tal. Como Trump, como Bolsonaro, los dirigentes de Vox & Cómplices piensan que el #DerechoASer es lo que ellos consideren que es ‘el ser’.
Me pregunto si, como Bolsonaro, quienes están en contra de que las personas LGTBI formen parte de esta sociedad CON TODOS SUS DERECHOS RECONOCIDOS, tambíen preferiría parir únicamente hijos blancos, heterosexuales y cisexuales. Y mujeres obedientes. También me pregunto si de verdad creen que despúes de conseguir los derechos, de vaciar millones de armarios y de romper techos patriarcales, vamos a consentir retroceder ni siquiera un milímetro en lo conquistado después de tantos, tantos, tantos años de lucha y reivindicación. Acabo ya. ¿Recuerdas lo de Bolsonaro en el segundo párrafo, cuando te decía que ha enfilado a la clase trabajadora y me temía que eso marcase tendencias por aquí?... Pues, al día siguiente de lo que te he contado del veto en el Senado al colectivo LGTBI pasó esto: “Vox pide al Parlamento andaluz los nombres de funcionarios que evalúan la violencia de género para depurar casos ideológicos”. Y esa va a ser la tendencia de los ultrahostiles: auparse a los parlamentos democráticos para intentar devolver a los márgenes sociales a personas con derechos. O no... Igual van y, como creen que no se caen, subirán todos juntos a la tela de una araña y empezarán a columpiarse mucho, mucho, mucho...
Lúcida reflexión. Ahora, lo siguiente es que quienes la lean también hagan lo propio. Mi agradecimiento.