La Gran Patata

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    Mi querida Rose Nylund no comprendía cómo la caída desde lo alto del Empire State no había matado a King Kong al instante. Fue un día cuando fue a Nueva York a visitar la ‘Gran Patata’ (así llamaba Rose a Manhattan), que subió al edificio de 102 plantas y miró hacia abajo maravillada, como si estuviese frente al Agujero Negro de su San Olaf querido. Por muy fuertorro que estuviese el gorila, Rose no entendía que fuese la belleza la que lo había matado y no el piñazo que se había metido. Y así se lo expresó a Dorothy... Ya conoces a Rose, si algo no comprende, te lo dice, convencida de que le lloverán las respuestas por tu parte, o por parte de quien sea. Ella te incoa inocentemente con un: “¿Tú sabes lo que no entiendo tampoco?”, y acto seguido te explica qué, anunciándote en ese ‘tampoco’, que no va a ser lo único sobre lo que te va a sotanear. Dorothy y Sofía Petrillo podían llegar a exasperarse con ella. A Blanche la irritaba menos, ella era más de bordar la parte erógena a la existencia... 
     
    ¿Tú sabes lo que no entiendo tampoco?... No entiendo como, desventrada la realidad como la tenemos en tantos lugares, haya llegado la Navidad como si fuese la Primavera, inevitable, rotunda, y tan ajena al panquemao que tenemos por tantos lugares. Con miles de refugiados ateridos en las fronteras de la UE con sus hijos sin ir al colegio y sus mayores a saber si tomando su medicación; con esas cárceles llamadas CIES llenas de inmigrantes en situación de incertidumbre judicial y humana, detenidos por una simple falta administrativa: estar en situación de irregularidad; con el sonido de las bombas cayendo a unas horas de avión de aquí sobre ciudades borradas prácticamente del mapa humano. No lo entiendo. Que le de igual a la Navidad que tengamos salud, dinero, amor, o Derechos Humanos no respetados... Que nos falte o nos sobre gente alrededor... Que hayamos rasurado nuestro nivel de vida y que ella funcione como si no nos hubiese pasado nada, y se presente desmadejando kilómetros de espumillón y repartiendo papanoeles por los escaparates al grito de: “Entra, compra, sonríe”... Ah, que es por los niños... ¿Tan poquita ilusión somos capaces de transmitirles a lo largo del año que necesitan este chute desproporcionado?... No lo entiendo.
     
    ¿Y sabes qué no entiendo tampoco?... Que en un debate presidencial para las elecciones generales haya sólo una mujer, que encima sea una mandá enviada por su jefe, que es el que va para Presidente y no ella, y que la esté monitorizando desde el sofá de su casa a ver si lo ha hecho bien, mal o regular. Ni entiendo que esa mujer, la única que había, y que ni siquiera va a ocupar el cargo, tenga más de 9 millones de personas escuchándola y ponga la responsabilidad de la violencia de género en las adolescentes invitándolas a que no se dejen controlar el móvil por sus novios. ¿Porqué no arenga con igual vehemencia a los posibles agresores para que NO controlen por móvil a las chicas?... No lo entiendo. ¿Y sabes qué no entiendo tampoco?... Que con lo que costó sacar a la violencia de género de dentro de las casas, y legislar sobre ella, existan dos partidos que la etiqueten de ‘violencia doméstica’. Como si quisieran volver a meterla dentro del hogar, ese hogar oscuro y mohoso dónde tantos años estuvo escondida, tapada, estigmatizada, consentida... Como si la violencia contra las mujeres, por el único hecho de ser mujeres, sólo sucediese dentro de las casas. No lo entiendo. Y aún entiendo menos que sean esos dos partidos, PP y Ciudadanos, los que encabecen el gobernómetro según las encuestas... Que no me suba al Micalet y me quede allí mirando hacia abajo a ver si averiguo quien está matando a la realidad.
     
     
     
     
     
     

     

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