Estoy leyendo
"Inteligencia Digestiva", de Irina Matveikova, y por primera vez en
mi vida comprendo el funcionamiento de mis tripas. Da vértigo entender. En un
párrafo, la autora propone introducir un trozo de alimento (de color
reconocible) por el orifico de entrada (boca) y observar cuánto tarda en
manifestarse por el orificio de salida (ano) para calcular nuestro tránsito
intestinal. Aún no lo he medido porque me temo un transito lento pero, sobre
todo, porque me aterroriza ver cómo un trozo de remolacha, tan rojito, acaba
convertido en materia fecal.
El miedo me activa
la parte ciudadana del córtex y entonces el vértigo se hace carne pensando en
el tránsito democrático de mi voto desde que lo introduzco por el orificio de
la urna hasta que aparece por el orificio de salida convertido en rescate a
la banca o en aeropuertos sin aviones.
Me cuesta digerir que mi voto termine transformado en ese tipo de materia, por muy democrático que resulte el tránsito. Y me da mucho vértigo saber que mi única opción es esperar.
Por si te apetece un poquito más de vértigo
¿Y otro poquito más?
Para que termines con una gran :-)
Yo creo que si se le pusiera GPS al voto, acabaría en las Islas Caimán o en Suiza y de fondo sonaría un: "muwahaha, ingénuos!!!" pero aun así, mi voto, porque mientras pueda, votaré, va a ir para los partidos minoritarios, que al menos, se quejan, patalean y defienden barrios -como el Cabanyal- no como otros partidos que parece que viven bien, calientan la silla y cobran por ello, o sea, lo que tu dices, o van por la cañería del retrete o acaban transformados en € en algún banco "seguro".