El Gran Caimán

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    En una vida laboral anterior di clases de salsa... Eh, pero no de esas donde enseñan las ruedas de casino y las filigranas que hacen así, así con los brazos para arriba y para abajo y venga de vueltas... No. Mi naturaleza anarco-rebelde llega al límite de hacerme torpe hasta para seguir los pasos de baile de manera ortodoxa. ¿Entonces cómo fuiste profesora de salsa?... Llámalo genética bailonga, sentido del ritmo, o haber crecido con El Manisero y Guantanamera de fondo en mi casa… O llámalo el Gran Caimán. En algún momento de mi vida pasé más horas bailando allí que durmiendo en mi cama. Viernes, Sábado, y cualquier día entremedio que caía: a bailar. Allí me encontraba con cubanos, dominicanos, peruanos y colombianos que no perdonaban su ‘bailesito’. Personas que entre baile y baile hablaban de cuánto echaban de menos a sus familias, y de cómo habían venido primero ellos para encontrar trabajo con la idea de traerse a sus hijos o parejas luego (hablo de hace más de diez años en Valencia). Mujeres y hombres que salían a bailar pese a la nostalgia, la pena, o la dureza de sus situaciones personales.
    Me acuerdo ahora de Max, dominicano, taxista de día y merenguero de noche, que me llevaba por la pista como si en lugar de pies tuviese patines y que miraba un poco por encima del hombro a los que salían a la pista a ‘lucirse’ con los ‘pasitos aprendios’ (decía con sorna). Max bailaba merengue con los ojos cerrados y cara de satisfacción. Paraba poco en la barra, apenas para coger aire y volver a la pista de baile como si volviese al salón de su casa. Jamás perdía el ritmo, ni siquiera en el ‘perico ripiao’, que era dinamita pura. La salsa también se le daba genial, y cuando sonaba Oscar de León, Willie Colon o Joe Arroyo era impensable verlo parado… ¿Y cómo fue la cosa de las clases?... Pues fue Hilario, el gerente de la sala en aquel momento, que me ofreció enseñar salsa, bachata y merengue a los muy principiantes. La idea era que aprendiesen a diferenciar ritmos y cuatro pasos básicos para pasar luego a la profesora ‘de verdad’ del Gran Caimán.
    Mira que he disfrutado en esta vida haciendo cosas, pero pocas me han hecho tan feliz como asistir al descubrimiento que hacían algunos de que sus caderas servían para algo más que "soportar el peso del cuerpo en posturas estáticas". 'Es que yo no tengo sentido del ritmo', se quejaban algunos. '¿Tienes caderas?... Pues tienes ritmo. El tuyo. Tu propio ritmo. Así que:¡Asucarrr!'... Las clases eran los sábado por la tarde, recuerdo perfectamente como alguno llegaba con pocas ganas, o con la autocensura esa de ‘no-sé-hacerlo”. Al segundo merengue ya estaban todos con la sonrisa puesta y brillándoles los ojos. Me acuerdo sobre todo de las risas, del disfrute, y de los jadeos y sudores tras el ‘meneito’ que nos habíamos metido entre cadera y cadera (con el merengue). Lo bueno de estas clases era que se podía venir sólo/a, lo que era una liberación (casi siempre te dicen que vayas con pareja). Allí se bailaba. Eso era todo. La idea fundamental era disfrutar del baile y tomar conciencia de que la música es algo más que un sonido muy alto puesto para patear la pista como quien pisa uva.
    Todo esto me ha venido a la cabeza a propósito de la muerte de Nelson Mandela, al comprobar la reacción de su gente. Bailaban. Bailaban en las calles. Bailaban en su funeral. Bailaban por lo recibido en lugar de llorar por lo perdido, algo que me ha parecido un aprendizaje estupendo. Nada de drama, ni silencios… Baile. He visto cómo se bailaba en lugares como Soweto y cómo eran las caras de alegría por haber conocido a Madiba, quizás el último gran líder global. Y de repente también he caído en la cuenta del tiempo que hace que, entre unas cosas y otras, no bailo, no cierro los ojos, no le doy al volumen y… ¡Bemba colorá! Total, que me he marcado hoy este post para compartir programa de baile contigo, por si te apetece celebrar que estamos aquí, y ahora. Vivos… Empieza así, suavito, con esta bachata… Sigue con esta salsa, luego va este merengazo… Y, ahora, ya, lo que nos echen… Rumba, cha cha cha, cumbia, tango, hip hop, funcky, r&b... Bueno, qué... ¿Bailamos?

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