"Feminicidios", de @AngelBoligan |
“En la
vida hay tiempo para casi todo, hasta para ser feliz”. No sé
si esta frase la leí, la escuché o la necesité tanto que tuve que soñarla. Sé
que un día desperté amarradita a sus comillas, la escribí y, con un imán en
forma de corazón, la incorporé a mi altarcito de creencias que es la puerta de
mi nevera y cada mañana me la unto en la tostada para que me anime a escribir
cosas alegres y divertidas. Pero este impulso duró el otro día el tiempo que
tardé en conectar con la realidad y oir a una mujer decir: “Me pegó durante diez años”. De inmediato me identifiqué con la angustia
experimentada por Amanda Gris en “La flor de mi secreto”, cuando le insistían
en que escribiese novela rosa y le salía negra. No había nada alegre ni
divertido después de lo que había escuchado. De pronto la frase de la nevera
mutó por sí misma a: “En la vida hay
tiempo para casi todo, hasta para que cinco palabras la conviertan en un
infierno”. Nunca había visto que una frase escrita por mí tomase conciencia
y se vaciara de su contenido original para adoptar otro diferente. La releí en
un intento por familiarizarme con ella. Imposible. Cinco palabras, diez años.
Cinco palabras son pocas. Diez años son muchos. 3650 días en la vida de un ser
humano. Me pregunto si alguno de esos días el marido la dejó en paz, aunque
igual lo que hacía era dejarla en tregua hasta que desaparecieran los moretones
para seguir beligerando contra el cuerpo de su mujer. Su mujer, su coche, su
casa, su palo de golf. No tiene ninguna gracia ser “su mujer”, como una
posesión... Un momento, que llaman a la puerta...
Era mi amiga Josa, que es asistenta social, y ha pasado de
camino a una visita domiciliaria a intentar resolver un problema de violación a
una menor por parte del compañero de su madre. Me ha traído el recorte de una
entrevista que le hicieron a Teresa Rivero, presidenta del Rayo Vallecano, por si me servía para escribir sobre
qué no nos gusta que se diga de nosotras. Teresa aporta su personal explicación
a la causa de tanta violencia doméstica y yo, pudiendo ir al degüello fácil con
su personaje público, me limitaré a transcribir parte de sus palabras: “La misión de la mujer es estar en casa cuidando de la familia... El hombre no está
capacitado para llevar una casa y Dios nos ha puesto a las mujeres para
ocuparse de la familia y dar cariño a los hijos... La mujer está mucho tiempo
fuera de casa y el hombre vuelve a casa y no encuentra un hogar. Cuando llega
debe encontrar una casa arreglada, confortable, con la comida. Y eso lo hace la
mujer. Estamos ahí para hacerle la vida agradable al marido.” Acabo de ver que
mi frase mutante de la nevera se ha vuelta a emancipar y se ha convertido en: “En la vida hay tiempo para todo, hasta
para decir estupideces.”
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