Firma Invitada
Periodista. Licenciada en Filología Anglogermánica
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Nadie nos imaginábamos hace unos meses, cuando brindábamos por el 2020, que este año capicúa y bisiesto nos traería una situación tan excepcional como la que estamos viviendo. Un estado (de alarma) que nos hace sentir protagonistas de películas de ciencia ficción como Guerra mundial Z de Marc Foster, Virus de Kim Sung-soo o Contagio de Steven Soderbergh.
Pero en realidad nos encontramos ante la primera epidemia global en más de 100 años. Una enfermedad desconocida que ha provocado cierto temor colectivo entre la población difícil de gestionar. Un miedo que va en aumento a medida que pasan los días por la incertidumbre que nos suscita no saber ni cuándo, ni cómo terminará.
Es en este tiempo de inseguridad, de dudas, de interrogantes que urgen una respuesta, cuando los medios de comunicación juegan un papel fundamental. Son la mejor vacuna, la mejor medicina, contra la desinformación, las mentiras y los movimientos interesados que surgen con la intención de desestabilizar.
El miedo es una emoción lógica, normal, que se activa cuando una persona intuye que le pueden causar daño físico o psicológico y percibe esa sensación como una amenaza para su existencia o para su integridad física. Pero ese sentimiento de creer que no disponemos de los recursos necesarios para hacer frente a esa amenaza es tan subjetivo como el temor en sí mismo. Demasiada información o una información alarmista hace que la pandemia del terror se extienda y que las personas nos volvamos vulnerables y, por lo tanto, fácilmente manipulables.
Después del colectivo de los sanitarios, que están haciendo esfuerzos titánicos para combatir esta pandemia, de las fuerzas de seguridad y de los profesionales que trabajan en primera línea para que nuestras necesidades básicas estén cubiertas, se encuentran los periodistas. Comunicar de una manera veraz, precisa, contrastada, sin alarmismos es fundamental para que la sociedad actúe de una manera racional. De lo contario, esta se acostumbra a que le digan lo que tiene que hacer, lo que tiene que pensar, lo que tiene que sentir. Incluso, a que busquen por ella la seguridad que ha perdido.
Los periodistas nunca han sido tan necesarios como ahora. En un momento en que la ciudadanía no solo tiene el derecho, sino también la urgencia de estar bien informada, los medios de comunicación han de demostrar que saben reaccionar, que saben dar respuesta a este desafío. Son un servicio público de primera necesidad y tienen el deber de garantizar a la ciudadanía el derecho a estar (bien) informada. Tienen la obligación de revelar la verdad.
Por eso la sociedad tiene ahora la oportunidad de saber discernir entre la prensa ética y la sensacionalista. La primera vela por el exceso de información y evita las voces que hace prevalecer precisamente el segundo tipo de prensa: la de aquellos ‘profesionales’ que quieren extender otra pandemia: la del miedo, la de las falacias.
La exigencia ahora para los medios de comunicación es máxima. Deben informar de manera responsable, garante, contrastando las noticias para que la sociedad se dé cuenta de la importancia de consultar siempre los canales oficiales y de que no debe fiarse de todo lo que les llega a través de las redes sociales.
Nos encontramos ante un reto nuevo y desconocido para todos que nos ha sobrepasado. Pero los medios de comunicación han sabido reaccionar históricamente a los mayores desafíos que se le han planteado. Cuando más complicada ha sido la situación, mayor ha sido la capacidad de reacción de los profesionales del periodismo. El esfuerzo y el afán siempre han sido directamente proporcionales al reto que ha tenido delante. Y este momento, no será una excepción.
El estado de alarma al que nos ha abocado la crisis sanitaria de la Covid-19 ha cambiado la manera de hacer periodismo, de conseguir las noticias, de ir detrás de la información, de entrevistar a los protagonistas. Las interacciones virtuales se han convertido en la herramienta más preciada para conectarnos con el mundo exterior y continuar haciendo nuestro trabajo. El mecanismo que nos permite continuar practicando el ejercicio del periodismo con responsabilidad, respeto y solidaridad. También el periodismo, como tantas otras profesiones, se ha tenido que reinventar y adaptar.
Pero desgraciadamente esta situación no ha evitado que empeore la ya de por si maltrecha coyuntura por la que atraviesan muchos medios de comunicación, sobretodo la prensa impresa y en línea. La hibernación de la economía ha hecho que las campañas publicitarias (el principal sustento de estos medios) hayan caído en picado y que por consiguiente una gran cantidad de empresarios de la comunicación hayan decidido plantear Expedientes de Regulación Temporal de Empleo. ERTE en ocasiones de dimensiones descomunales.
Reducir las plantillas de las redacciones en un momento tan excepcional como el que nos encontramos se traduce en disminuir el derecho de la ciudadanía a estar debidamente informada de lo que pasa durante este estado de alarma. Los profesionales de los medios de comunicación están haciendo un esfuerzo ingente. Trabajan en situaciones complicadísimas, para informar con rigor, eficacia, seriedad y serenidad.
La Covid-19 ha cambiado nuestras vidas y nuestra manera de trabajar. El confinamiento ha modificado la manera de ver y entender el que pasa a nuestro alrededor. Pero esta situación, a la que ahora no le vemos todavía el fin, terminará más pronto que tarde. Y recuperaremos las comidas familiares que no podemos celebrar, los viajes que hemos tenido que cancelar y los momentos de regocijo con nuestras amistades que ahora solo compartimos por videoconferencia.
Es urgente que aprovechemos esta crisis sanitaria, económica y social para parar y reflexionar. Debemos convertirla en una oportunidad para aprender, porque cuando termine deberemos definir el mundo en que queremos vivir. Deberemos reflexionar sobre el sistema sanitario que tenemos, sobre las normas económicas por las que nos regimos, sobre el patrón productivo en que nos asentamos pero también el modelo de medios de comunicación que deseamos.
Reflexionar ahora para cambiar el mañana. No sé si los ciudadanos tendremos la capacidad de cambiar el modelo en un futuro cercano, pero deberíamos presionar con fuerza para que los que sí tienen llave para la puerta del cambio se vean “obligados” a abrirla; muy a pesar de los que convierten la estabilidad, el estatismo y el miedo en aliados de sus intereses. Esperemos que se vaya aprendiendo y que el grueso del periodismo sea siempre aliado de los primeros, porque… ¡La información es “poder”! Gracias Clara, gracias Fani, por esta ventana; digo, puerta.