Arráncame la vida, por favor, pedí tumbada en la camilla de urgencias. No entendía tanto esfuerzo por apedazarme, tanto trabajo por rehacerme para devolverme a aquella playa de conchas rotas que laceraban mi piel. “Áurea Soledad Isla. 16-06-2017. 45 años”. Han encargado una lápida preciosa. Tendrá un libro tallado, explican. “A ella le gustaba mucho leer”, le han contado al marmolista. Leer, leía mucho. Leí bien hasta el día aquel que... “Es de un puñetazo, mamá. Me lo dio anoche José Manuel”. Daña más el silencio que los golpes. Daña más desviar la mirada hacía algún rincón de la habitación que no era yo. Daña más recoger las bolsas en silencio. Daña más el beso en la frente que mi madre me dio aquel día. Daña más salir de la habitación y dejarme allí. Daña más no escuchar mi grito pidiendo que me arrancase la vida, por favor... “Hija, me voy, que tu padre llegará y...”. Daña más mirarme y ver un cuerpo maltratado, como un pecio olvidado... Madre maltratada, hija maltratada. Padre maltratador, marido peor.
Arráncame la vida, por favor, le supliqué a la enfermera cuando me dejó allí mi madre. Tampoco me escuchó. Me ponía apósitos. Me ponía gotas en el ojo. Me limpiaba las cuencas doloridas como se limpia la cara de un santo antes de sacarlo en procesión... “Áurea, cariño, ya estás en casa, qué bien”, dirá Pilar, la vecina. “En unos días podrás ver la televisión, corazón”, dirá Carmen, la del quiosco, que saldrá al paso nada más llegar al portal. “Venga, hombre, que ya la tienes en casa, cambia la cara”, comentará, Quique, con quien ibas en bici los sábados. “Hija, te he dejado caldo y queso fresco en la nevera... Me voy, que tu padre vendrá y...”, dirá mi madre, sin oírme gritar... Madre maltratada, hija maltratada. Padre maltratador, marido peor... Arráncame la vida, por favor. No... Una y otra vez me devolvían a la orilla. Satisfechos por haberme salvado de nuevo. “¿Ya has ido al neurólogo?... Llevas muchos golpes seguidos”, dirá tu hermana mientras cierra el bolso yéndose. “Ha sido José Manuel”, diré yo. Y ella habrá hecho clic con el cierre del bolso justo cuando suena tu nombre. Y se habrá levantado para marcharse. José Manuel. El gran notario José Manuel Arigorri. Cómo va José Manuel Arigorri a... Me llevaron al neurólogo. Electromiogramas. Pastillas. Noséqué cada doce horas... Y el silencio del neurólogo. Otro silencio. Otro cómplice...
Somos tantas aquí... Ellos también... Merodean. Lloran. Lloran todo el rato. Los ignoramos. No los miramos. No los escuchamos. No los reconocemos. No los vemos. No los hacemos existir. Vagan dando vueltas. No existen ya. Ya no pueden dañar nuestros cuerpos. Ya no. Ni ninguna parte de nuestro ser. Han perdido el control. Y no saben qué hacer con su miedo. Por eso lloran. No pueden dañarnos más porque ya no somos. Por eso no pueden. Si fuésemos... Si todavía aquí, fuésemos, seguirían dañándonos. Dañarnos era su misión. Por eso lo pedía... Que me arrancasen la vida. Lo pedía por favor. Y nadie me oía. Arráncame la vida para no ser. Para poder dejar de sentir dolor. El dolor era insoportable. Había días que creía que no amanecería. Y amanecía de nuevo. En la orilla. Con las conchas rotas. Rotas como yo. Y no entendía para qué otro amanecer varada. Boqueando. Para qué, así... Amanecer. Así. Para qué. Cuánto resiste un cuerpo... Veinte años, el mío. Siete mil trescientos días. El día más flojo, un guantazo. El día más duro, urgencias. Radiografías. Pomadas. Betadine. Escayolas. Puntos. Muñeca torcida. Muñeca rota. Muslos amoratados.... Eran los días más malos. Los días muertos, los llamé. Cuando entrabas y salías de mi cuerpo con toda tu furia. Arráncame la vida, por favor, pedía. Nadie me oía.
Cuidabas tanto el fino hilo de vida que me quedaba. El hilo del que pendía tu vida. Unidos por el fino y duro hilo de tu cobardía. Así era. Mi ser, pendiendo de un hilo cobarde. Ya nada me duele, ni siquiera temo verte deambular a mi alrededor con el resto de cobardes que, como tú, circuláis sobre nuestras cabezas como los buitres encapuchados, con las miradas negras, implorando un perdón que es mentira porque, si os perdonásemos, volverías a golpear, a matar, a someter, a ordenar, a humillar, a lacerar, a violentar, a manipular, a dañar... Mírame. Mírame bien. Estoy escribiendo. Te estoy describiendo. Escribo sobre tu cobardía. Tu miserable, infinita, y eterna cobardía. Y en este describirte, te des-escribo también de mí. “No eres nada sin mí”, decías. Mírame. Mírame bien. Ya no llegas a mí. ¿Ves?... No puedes. Cortaste el fino hilo. Desgraciado. Tú vida pendía de él también. ¿No lo sabías?... Yo estoy asesinada. Tú estás muerto. Debería existir un verbo peor que morir para ti.
Sí, estoy escribiendo de ti, José Manuel. De ti. Ahora ya no estás allí para mentir, para fingir, para simular, para tejer tu tela de araña ególatra, para seguir dañándome. Qué nadie me va a creer, dices... Puede que tengas razón. O puede que no. Quien sabe... Dime por qué, entonces, si nadie me cree, van a llenarse 8000 ayuntamientos de mujeres pidiendo medios para que esto termine. Dime, si nadie me cree, cómo puede ser que miles de personas se vayan a encerrar el lunes de doce de la mañana a doce de la noche para exigir al Gobierno recursos suficientes para que esto termine... A las asesinadas no nos cuestiona nadie, José Manuel. Nadie. Para eso te (d)escribo, para que sepan por qué se han de llenar los ayuntamientos ese día... Se han de llenar por mí... #PorEllas que están mirándome escribir y dicen que sí, que sí, con la cabeza... Por las que arrullan ovilladas a sus bebés, asesinados también... Un día tiene que terminar todo esto. Algún día vais a dejar de dañar nuestras vidas. Tiene que llegar ese día... Tiene que llegar... Tiene que llegar... Tiene que llegar... Tiene que llegar... Tiene que llegar... Tiene que llegar...
#19JAlertaFeminista A las 12 del lunes 19 de junio #PorEllas
“Me puso el cuchillo en el hombro y me dijo: ‘¿Cómo quieres morir?”
Yo no sufrí maltrato físico «solo» fue psicológico, imposible de demostrar, me alejo de todo y de todos, bueno…de nadie, mi madre no me queria, ella esperaba un chico y naci yo con una talla mas de lo que le gustaba, desde los 2 años a regimen…gorda gorda gorda gorda…a los 18 embarazada me case….25 años aguante…solo tenia un poco de malgenio el hombre…puta puta puta puta…quien me iba a querer …puta gorda gorda puta…mi mente se rompio, mi alma se rompio y en la bañera me tome 80 pastillas, las conté hasta perder la conciencia, mi hija me salvo,mi hija me alento a dejarlo ella me acompañaria, y asi fue, pero no acabó ahí…mi hijo me echó la culpa de todo lo que le pasaba durante 4 años mas hasta que me levanto la mano insultandome, mi niña se puso en medio y quiso agredirla a ella tambien… NO a mi angelito no…le eché de casa… hace dos años de esto, estoy rota, no es por gorda, ni por puta, es porque perdi a mi hijo por no saber decir o decidir que YA NO MAS, NADIE MAS. Por mi hija, por todas las hijas del mundo, por mi, por todas las mujeres del mundo cada uno de mis pedacitos seguiran para luchar contra este terror que sufrimos las mal amadas.
GRACIAS Eva has logrado que cuente todo esto por primera vez, muchas gracias de todo corazon.
Qué dolor, Fani.
Qué dolor más grande, Ana.
Os abrazo
Àurea se llamaba mi abuela y sé, de buena tinta, que se enfrentó a menudo al maltratador de su hermana. Es una larga historia pero la hermana cayó enferma, loca de humillación y tristeza, descuidó dos bebés gemelos que murieron y dejó 4 hijos que se sumaron a los 7 de mis abuelos, en la más absoluta miseria. Mi padre jamás y el padre de mis hijas tampoco, pero me ahoga que en algún momento no me alcance el oído para escuchar a mis hijas gritar que las arranque de una vida así. No puedo concebir lo de arrancarles la vida.
Se me sale el corazón por la boca. Gracias, Fani, por poner palabras al dolor, a la podedumbre machista q arranca tantas vidas desde tiempo inmemorial.
Se puede sentir su dolor, mi corazón llora por ellas, gracias por compartir estas palabras