Soy hija de labrador. Un
labrador sin tierras que trabajó y cuidó de la tierra de los demás hasta el
último día de su vida. Tierras de huerta, de marjal, y de secano. Cada día, de
manera irrenunciable. Nunca quiso cambiar a un oficio más estable y seguro.
Decía que se sentía libre entre naranjos y algarrobos. De lunes a sábado. Y los
domingos nos llevaba a la montaña con sus amigos de toda la vida. Íbamos a las
casetas de aperos que él conocía tanto como su casa, por Náquera y Serra, a los
pies de la Sierra Calderona. Cuando no había casa de aperos, se sabía las
sombras de las mejores higueras, alguna con capacidad para los más de veinte
que éramos a veces. En un lugar o en otro pasábamos el día, con la paella como
acto central de la jornada, y alrededor de la cual se organizaba casi todo.
Antes de comer, íbamos con los “mayores” a recoger leña (y caracoles si había
llovido). Mi padre, que era el cocinero “oficial”, dedicaba casi el mismo
tiempo a preparar el fuego y acondicionar la zona que a cocinar la paella. Ni
por un segundo perdía de vista las llamas ni los cambios del viento, mostraba
un respeto casi ancestral por el fuego, y siempre tenía una garrafa del agua
cerca, por si acaso. Ya por la tarde, hacíamos la esperada excursión a la
montaña. Recorríamos senderos que nos rayaban las pantorrillas como si
llevásemos calcetines de rombos, encontrábamos aljubs de aguas blanquecinas con sabor a raíces, cogíamos té de
monte, manzanilla, tomillo, fósiles, bellotas secas. Mordisqueábamos algarrobas
con cara de asco apoyados en bastones hechos con ramas que recogíamos, y
“descubríamos” rincones que nadie antes había visto. Una tarde fuimos “los
primeros niños que pisaban ese trozo de montaña”.
Cuesta escribir con un
nudo en la garganta. El mismo nudo de todos estos días en los que he visto cómo
se quemaban los pulmones de Valencia. Veía calcinarse carrascas, pinos,
sabinas, animales... Veía llorar a la gente de Cortés de Pallás, Dos Aguas,
Macastre, Turís, Andilla, Alcublas, Sacanyet, Osset, Jérica... Veía horrorizada
que era realmente el final de La Vida en 50.000 hectáreas en las que ya no
existe nada... ¿Cómo vamos a respirar sin todos esos árboles?... ¿Harán la
fotosíntesis los ladrillos?... Si al dramático mapa de la superficie quemada,
se añade el terrorífico mapa de la superficie urbanizada de la costa de la
Comunidad Valenciana, y sumamos la certeza de que ambos son resultado de la
mano del hombre, y que en esa mano está en gran medida la solución, te entran
ganas de invadir el Palau de la Generalitat y fiscalizarles la Bayeta
Presidencial con la que sacan brillo a los grandeseventos.
El documento de trabajo de la FAO para el Manejo del Fuego indica lo mismo que
han repetido estos días quienes han estado atajando las llamas en primera
línea: “la prevención de incendios es siempre menos costosa que su extinción”.
Entonces, ¿cuál es el problema?... A lo mejor es que no han ido nunca a la
montaña. O, peor aún, que se han olvidado de ella.
Mapa del fuego
Un aljub en Náquera
Manejo del fuego (FAO)
Por si quieres escuchar un canto de añoranza
Tengo recuerdos parecidos en la sierra de Vernisa. Mordisqueando hinojo, buscando espárragos, saltando de bancal en bancal, trepando en los árboles que arañaban nuestros brazos, huyendo mientras todos dormían la siesta a hacer nuestras incursiones en el Albaida, saltando dentro de sus aguas sólo armados con unas sandalias.
FL
Unas sandálias, y no necesitábamos más :-))) Gracias, Robert.
"El desarrollo" quema los recuerdos o eso intenta y pasa cuando un pueblo quiere ser ciudad o peor metropoli. Lo que ha pasado en Galicia, la Mancha, Mi Andevalo y ahora tu Levante, es tan sencillo como explicar la física del fuego: Combustible (desmantelamiento socio-económico del mundo rural)+ Comburente(mucha desidia política)+ energía de activación(cambio climático) = Fuego. ¿Podremos romper ese triangulo por algún lado? Hemos menospreciado lo rural, también llamado ahora lo verde o ecológico, y ésta es la terrible factura.
Pretenden quitarnos esos grandes y gratuitos tesoros que nos da la naturaleza. No soportan a la gente a la que no le hacen falta los miles de adornos que ellos necesitan para ser felices. Tiemblan cuando se tropiezan con alguien a quien no pueden corromper con poder o dinero. Yo recuerdo el olor a naranjos de l'horta Sud, sus acequias, sus eras, …ahora convertidas en polígonos muertos.
Un abrazo fuerte. Hace falta ya un debate seroo sobre este tema y plantear un cambio profundo y global de la gestion Si necesitais un experto en gestion y restauracion del paisaje para cualquier cosa me pongo a tu disposicion.
Los mismos recuerdos que tengo de cuando recorría los bancales en la costa catalana con mis familiares de pequeño y casi con el mismo resultado: ladrillo o fuego ¿Porque somos así?
@fjavierde
Coincido contigo Fani en esos recuerdos, aunque yo los viví en otras sierras y otras tierras. Pero la desolación y la impotencia es la misma.
En la Serranía son muchos los años de abandono y nuestros montes apenas pueden regenerarse entre incendio e incendio. Y las instituciones mirando a otro lado.No se han enterado que el verdadero pulmón de sus ciudades son las tierras de interior, las cabeceras de los ríos, los valles y montes a los que solo acuden a extraer minerales y a inauguar vertederos.
Comparto tus palabras. Saludos. Carmen Garzón
Yo no se que va a pasar…. pero me indigna la parsimonia, indiferencia, dejadez," mesinfotismo", (esta me le he inventado?), etc, con que tenemos que luchar cada día, con las administraciones…instituciones, etc,etc,etc, porque……mira que hay etceteras…. antes de que den con una solución.
Yo creo que hasta que no se den cuenta que sobran etceteras no empezará a arreglarse nada. ¿O ya lo saben, pero no quieren hacer nada?.
Comparto contigo las mismas sensaciones, parecidos recuerdos, paisajes similares, pero en otras latitudes (en mi caso en la Sierra de Albarracín). Se me ocurren pocas situaciones tan tristes como el hecho de ver cómo se quema el lugar donde vives, donde has crecido, donde has acumulado tantos y tantos recuerdos, que ahora no puedes ya vincular con el paisaje arrasado por las llamas.
No debería volver a ocurrir algo tan trágico. En nuestras manos está, en parte. Un post triste, pero muy bonito.