Elogio del lomo

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  • “¿A ti, aparte de leer, te interesa otra cosa?”, me preguntó Alicia, una alumna de ESO hace unos días en la Biblioteca Pública Nicolau Primitiu de Valencia, donde había ido a hablar de libros y lectura y donde, obviamente, se me había ido la mano con mi proselitismo lector (millones de gracias al alumnado y profesorado de Altaviana, CEIP Sant Joan de Ribera y del IES Callosa de Segura). Soy muy afortunada de poder compartir mi pasión por la lectura con tantas personas y de contagiarles las ganas de comer páginas como dieta vital saludable. Sin duda, la lectura es el acto que más ha marcado mi vida, por encima de cualquier otro. No podría escribir, ni opinar, ni pensar, ni amar, siquiera, si no fuese lectora, si no leyese en la salud y en la enfermedad, en lo bueno y en lo malo, y hasta que la muerte me separe a mí de los libros, porque los libros nunca me van a abandonar. Estoy segura de que no sería quien soy, si no me hubiese buscado, perdido, explicado y encontrado en las páginas de todos los libros leídos, devorados algunos de manera obsesiva en momentos de no encontrar respuestas por no formular las preguntas adecuadas.

    Es un gesto tan potente abrir un libro y dejar que el silencio te vele mientras lees... Aunque estés rodeada de ruido, da igual, al abrir la página se despliega un iglú lector a tu alrededor dónde sólo habitas tú y la historia que sostienes entre tus manos. Leer es algo tan seguro, tan firme, tan auténtico, tan personal, tan íntimo, tan de verdad, tan productivo, tan enriquecedor, tan bueno per se... Es casi un gesto de rebeldía, pararte a leer... También me preguntaron cómo me había hecho escritora, a lo que conteste que soy lectora antes que escritora porque “si no leemos no sabemos escribir, y si no sabemos escribir, no sabemos pensar”, como dice Alejandro Mar. Me pasa que, cuando escribo, por el proceso de la escritura, que requiere cierto alejamiento a veces, dejo de leer como me gusta: Abriendo un libro y no soltándolo hasta que... Sucede que los días que estoy alejada de esa lectura (que yo llamo invasiva) y de la emoción de tener una historia esperándome a la que poder regresar, siento que realmente me falta algo. Por eso, la semana pasada, cuando entregué el libro al editor (aquí lo del libro nuevo clic-clic), lo primero que hice fue irme a buscar qué leer. Tenia necesidad física de abrir un libro y leer, leer, leer... Y abandonarme a lo escrito por otra persona y dejar que esas palabras me transformases y guiasen a otras realidades, a otras vidas, a otras formas de ser y estar. Y volver a sentir como, al final de cada libro, algo en mí había cambiado y se me habían ensanchado los bordes y agrandado los límites. Quería volver a sentirme parte de la narración y pertenecer a ella y, a la vez, darle vida a lo escrito, porque esa es la magia de la lectura: dar vida a lo escrito.

    Hace una semana de aquello y lo recuerdo hoy como si hubiese asistido a una liturgia muy especial. Recuerdo como busqué en las estanterías de casa qué leer, pues tenía bastantes libros pendientes de estos últimos meses alejada. Me plantifiqué con mi silla de tres ruedas delante de la estantería, taza de café llena y unos nocturnos de Chopin de fondo. Yo ya sabía que quería leer a Pierre Lemaitre, sabía que necesitaba inyectarme esa brutal prosa que me había ligado para siempre al comisario Verhoeven desde que leí Irene. A pesar de saber cual iba a elegir, estuve un buen rato repasando los lomos de los libros conocidos-leídos, acariciándolos, ordenándolos, quitando algunos postits con los que había marcado aquella idea que... Lomo a lomo cabalgaba a la vez por la memoria revisitado cómo fue y qué (me) pasaba el día que leí éste, y el día que terminé aquel otro de allá. Y ese otro sobre Copérnico que encontré en aquella librería después de una hora buscando, y que luego olvidé en un avión, que volví a comprar otro igual y no quedaban, pero que me localizó la librera de cabecera y finalmente pude terminar de leer... Y, de repente, me vi sonriendo allí sola como en la canción de Serrat (Que dicen que tiene un amigo, que dijo conocer a.... que un día fueeee felizzzzz’). Allí me tenías, cabalgando de lomo a lomo delante de los estantes colmados de libros leídos y con los ‘pendientes-de-leer’ tumbados en horizontal, esperando a convertirse en parte de mí y yo de ellos.

    Casi se me saltan las lágrimas, créeme. Fue un fogonazo de profunda e íntima paz, de gratitud, también, de sentirme bien así, sin más, y de volver a saber, por enésima vez que, mientras existan libros que leer, existiré yo como lectora. Y que, si existo como lectora, los escritores y las escritoras seguirán escribiendo historias para que personas como yo cobremos y les demos vida leyéndolas. Y esa certeza, en días de barbarie como los de esta semana, de profunda desesperanza, de titulares del miedo otra vez, de vidas rotas a kilómetros de aquí y a la vez al lado nuestro, ese gozo momentáneo, a mí, me salva. Me salva saber que puedo encontrar un hilo de paz al que aferrarme para alejarme del odio en todas sus manifestaciones. Por eso he vuelto hoy al mismo lugar frente a los libros, necesito encontrar el que explica cómo las personas que se sienten libres no necesitan matar a otras personas para conseguir su libertad porque ya la tienen. Es uno que leí hace tiempo, y que tiene que estar por aquí...

     

     
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    3 responses to “Elogio del lomo

    1. Tenia nueve años, corría el año 57 cuando oí por primera vez la palabra lomo desvinculada de las proteínas, fue en el colegio Orientación de Valencia donde nos enseñaron a confeccionar un libro cosiendo los pliegos hoja por hoja en un bastidor. Después nos enseñaron a hacer las tapas( desvinculadas de las proteinas también) y allí aprendí una palabra nueva el «cajo» parte de la cubierta de un libro que constituye la articulación entre el lomo y la tapa. Ya ves Fani, palabras que alimentan… b7

    2. Gràcies per aquestes paraules. Sóc mestra del San Juan de Ribera de Burjassot i hui li les he llegides als alumnes. «Tota pedra fa paret» i tot allò que els puga acostar el gust per la lectura és meravellós per a ells.

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