Después de la rueda,
el invento que más hace avanzar a la humanidad es el retuit (RT). A poco que
te asomes a cualquier porción de la existencia, la informativa, por poner un
ejemplo, y te quedes un rato observándola, te das cuenta de que todo transcurre a
golpe de RT. Aún te digo más: la realidad no toma forma hasta que no ha sido
retuiteada debidamente. Si hace años se pasaba todo por pan rallado y huevo
para empanar a los españoles, ahora se escribe un tuit, se retuitea, y todavía
resulta más ligera la digestión, que ni sale en las analíticas ni nada. Más
aún, te diría que no hay información que alcance estatus de titular si no ha
sido retuiteada y aupada a Trendig Topic (TT). Pero, bueno, esas afirmaciones
tan categóricas las dejo para los eruditos del debate académico, de
paso que dirimen si fue antes el tuit o el retuit. Lo que no quisiera es dejar
pasar la ocasión de proclamar que los tuits son a la realidad informativa
contemporánea lo que los buriles al sílex en la Edad de Piedra, y que, de la
misma manera que se lascaba el pedernal para encender fuego o cazar una pieza,
hoy se talla la información a golpe de tuit para alcanzar el mismo objetivo
primitivo.
A ver, no nos
pongamos ahora reduccionistas con los avances de la civilización y vayamos a
olvidar los logros conseguidos en anteriores episodios de la humanidad. Que
antes de Twitter (a.d.T) ya se había inventado con gran predicamento
tecnológico la Televisión Digital Terrestre (TDT) con Eduardo Inda y Francisco Marhuenda incorporados de serie en todos los canales. Lo
que sucede es que, desde la TDT, no se lasca suficientemente la información
para cubrir las necesidades de algunos periodistas; concretamente las de
Marhuenda, cuyo caso ya se estudia en el prestigioso Center of High Performance for Embedded Journalists de Cleveland,
en Ohio. Marhuenda es el Master of the Universe a la hora de
tallar la información en Twitter: él coge cada noche, se reza tres padresnuestros, tuitea la portada de La Razón, y
una vez puesta la primera piedra informativa del día siguiente, ya comulga
tranquilo a la derecha de Rajoy en cualquier tertulia política con una pasión sine qua non los guidelines monclovitas serían insostenibles.
Esta semana tocaba
pegarle fuego, digo, cazar, digo, tallar al juez José Castro. Así que,
Marhuenda, siguiendo la liturgia habitual, colgó en Twitter la portada de La
Razón con este gran titular: “Conspiración contra la Infanta”. En
letra más pequeña: “Duelo entre fiscal y juez”, y en más pequeña todavía la
descripición de la acusación del fiscal Pedro Horrach al juez Castro. Y en su editorial
ya se desmelena a nivel: “Lo preocupante no es que el juez (Castro) exhiba una deficiente preparación técnica, sino que haya basado sobre ella la imputación de la Infanta”. Imagino que tras tuitear la portada se haría
la mencionada ruta de la tertulia, inflamado de razón y rezando al Dios Retuit
para que le ayudase a conseguir que la figura del juez acabase el día tocada, o
tirando a hundida, mediáticamente. Todo, antes que defender a capa y espada la
unidad indisoluble del matrimonio católico y exigir que la Infanta,
que ‘sólo’ esta acusada de fraude fiscal y blanqueo de capitales, que todo lo hizo cegada de amor, haga el paseillo del brazo de su marido luciendo teja y
mantilla. Pero claro, eso sería pedir mucha objetividad.