La Alcaldesa de Valencia soltó hace unos días que “un bolso de Vuitton
es un regalo habitual” mientras se pasaba los 641,40 del salario mínimo
interprofesional por un lugar de cuyo nombre no quiero acordarme (el bolso pica
800 euracos) La elocución, que en sí misma es toda una comparecencia viniendo
de Rita, resulta impecable desde el punto de vista sintáctico pero demoledora
desde el punto de vista semántico ya que la frase predica con sólo un
sustantivo y un adjetivo de cantidad un modus operandi que la clase política
valenciana ha elevado a categoría de modus vivendi desde hace años.
Adjetivar “habitual” a “regalo” es realmente un cóctel molotov gramatical
que la Alcaldesa lleva de la mano y que puede estallarle en cualquier momento. Si
hubiese dicho que llevaba el bolso de Vuitton porque le daba la gana no se me
hubiese irritado la amígdala, pero me ha impactado tanto la brutal normalidad
con la que ha dicho lo que ha dicho, que me he acordado de la Primera Rapsodia
de la Odisea, cuando está Zeus amontonando las nubes y escuchando a Atenea y le
dice aquello de: “¡Hija mía! ¡Qué palabras se te escaparon del cerco de los
dientes!”. Pues eso.