Tarde de paseo, Manuela Serrano (oleo) |
Podía haber ido a
ver Las maestras de la República a La Nau cuando lo hicieron en Valencia, pero quería ir con mi madre a verlo al Centre Cultural de Massamagrell. Mi pueblo. Me gusta compartir ratos con ella que sé que pueden
rellenar espacios emocionales que no he podido o querido o sabido llenar antes.
A medida que pasan los años llego a la conclusión de que, lo que mi madre no
nos ha contado, es quizás la pieza que está detrás de todos nosotros. Sujetándonos
el puzle vital... En el teatro, el trabajo en ‘la pausa’ es casi tan importante
como el de la acción. Decía Juan Mandli
que el buen actor
se reconoce cuando no actúa, y que gracias a esa ‘no acción’, pueden los otros
hacer su papel, y desarrollar la obra. Lo mismo con los silencios de algunas
personas: callan y, mientras callan, los demás van haciendo su vida gracias, tal vez, a esos silencios también. Sólo en contadas ocasiones dejan escaparse por
alguna disyuntiva de su discurso gotitas sueltas que apenas se perciben, que
van cayendo, cayendo, hasta ver un charquito brillante donde han ido a parar
todas juntas un día. Y entonces quieres entenderlo todo de golpe...
“Mi padre cogía a
mis hermanos y los llevaba a un cruce de caminos, que venía un maestro, y seis
o siete niños de otros sitios... Dejaban el campo y salían de casa a las siete
o las ocho de la mañana, y volvían a casa a la hora de comer... Y el maestro acudía
al cruce, unos días estaba en un camino, y otros en otro... Era por allá por el
Monte López Alvarez y la Cortijá del Tomate, que llamaban... Y así, cuando se
fueron a la mili, sabían firmar aunque hubiesen vivido en el monte... Y como habían
aprendido a leer y a escribir, en la mili ponían los nombres en las camisas de
los mandamases... Ya con la guerra, a
uno lo llevaron obligado los nacionales, y el otro se fue voluntario con los
republicanos... No, yo no fui al colegio nunca... Me llamaba la maestra porque
venía Franco... La criada de la maestra venía a por mí, y me ponían un babero
prestado... Y me miraban la boca y decían qué boca más bonita tiene esta
niña...Ven, Manolita, me decían... Y yo pensaba que me levantaban los morros
como si fuera una vaca... Son cosas que no son agradables de contar... Y
tampoco me gustaba mucho a mí contar”.
Al finalizar el
coloquio, mi madre se acercó a la mesa y le contó a Carmen Agulló, una
de las historiadoras que ha participado en la investigación y elaboración del
documental, lo de los maestros
yendo a los cruces de caminos. Y supe que había caído otra 'gota'. De vuelta a
casa le pregunté por la historia, que desconocía por completo, y me la contó. Al
día siguiente la llamé por teléfono y me contó más detalles, y más historias...
Aún no se me ha ido de la cabeza la imagen de mi madre con un babero prestado, utilizada
como atrezzo en la foto de un
dictador. Y, a la vez, la reconozco más que nunca en el silencio, en el
atronador silencio que habitó en tantas casas durante la brutal posguerra de
este país y en los años sucesivos. Quizás algunos aprendimos a no preguntar
para no romper los diques, por si no sabíamos cómo recoger tanta agua... Dijo
Carmen Agulló que el objetivo del documental es abrir espacios de debate,
lugares donde hablar de educación para mantener viva la memoria de quienes
“trabajaron por los valores de igualdad y solidaridad en una escuela pública,
gratuita y laica”. Mi madre nació en Martos, Jaén, en 1938, y no pudo ir a la
escuela ni a un cruce de caminos, pero de lo que aprendieron sus hermanos pudo mi abuela aprender a leer y ella crecer deseando
aprender a hacerlo. Algo que ha conseguido con creces.
Mis primeros años tienen el acento de Jaén de mi vecina. Ella también callaba. Aprendió a no hablar, pero cuando lo hacía…
Un beso enorme a Manolita, qué bien lo ha hecho como maestra, paya… 😉
Brillante, como el silencio de una gotas…
Un beso a Manolita. Muack.
El teu blog és l'encreuament on tu fas de mestra i ens ensenyes coses els divendres 🙂
Mis ojos se tornan diques rotos y mi corazón en pozo silencioso, pero lleno de esperanza en el futuro lleno de juventud.
Gracias Fani.
Mi abuela también aprendió a leer de sus hermanos. Gracias Fani, un beso
Olga
“A que servirá mi anhelo si se pierde en los espacios siderales,
suspiraba el sol, pero la luna en su noche de sombra y silencio sumergió su eco en una danza encantada de imágenes y palabras y así, la luz y la sombra, el silencio y la palabra anidaron en la memoria de los buscadores de sentido y significado”.
Compensamos la deuda que tenemos con nuestros padres dando lo que nos dieron, y es nuestra gratitud el sustento de su dignidad y el tributo del respeto necesitado.
Dale las gracias a tu madre (y a tu padre), por lo que nos dan a través de ti. Tus palabras son su luz y su silencio ¿hay acaso mejores maestros? Dice una copla andaluza: "Es la que me dio la vida la única escuela que tuve. La lluvia, el sol y el silencio fue lo único que tenía frente a mi como maestro” y otra “Soy amigo del silencio, me gusta la soledad, adoro la libertad y le tengo envidia al viento”
Muchas gracias Dª Manuela por el corazón de Fani, pues con él escribe, posee la belleza curtida y compasiva, hecha de callada firmeza y elocuente sabiduría, del alma andaluza.
Por todas las Manolitas que en nuestra Historia han recogido tantas gotas en si corazones, para liberarlas poco a poco…
GENIAL!!Historia parecida me cuenta y repite mi tia insaciablemente..No debemos retroceder a la hipocresia y la ignorancia.
Emocionada després de la lectura dolça còm la mèl. La vida ensenya valors. Eixos curtits en la pell i mai s'esborren.
La setmana que ve, que siga divendres, divendres, divendres, divendres, divendres, dissabte i diumenge. Cap de setmana per a què el Fumur descanse. Si necessites mes díes agafa,n però què no tinguem DIJOUUUUUSSSS
A veces las gotas de historia no llegan.
La pena y el miedo las secaron.
La vida de cada día se comió muchas historias, muchas vidas de gente anónima.
No eran maestr@s, no lucharon, no pudieron huir
tampoco, se les pasó la vida con una expresión atónita en la cara. Trabajaron para nosotros…sudaron tanto que no les quedó ni una gota para contarnos su historia.
A veces las gotas de historia no llegan.
La pena y el miedo las secaron.
La vida de cada día se comió muchas historias, muchas vidas de gente anónima.
No eran maestr@s, no lucharon, no pudieron huir
tampoco, se les pasó la vida con una expresión atónita en la cara. Trabajaron para nosotros…sudaron tanto que no les quedó ni una gota para contarnos su historia.