✍🏽 Firma invitada
Escritora, criminóloga y profesora de música
Ahora que es imposible compartir un café, Fani me invita a su casa. El Fémur siempre ha sido un lugar donde volver cuando arrecia el temporal. Y este es fuerte y amenaza con barrer nuestro espejismo de bienestar. Porque en algún momento creímos que no había que pelear por cada metro de tierra conquistada, por cada derecho adquirido. Nos equivocamos, ebrios de aquello que creímos haber conseguido. Creímos que éramos poderosos por consumir, por tener, por aparentar. Creímos que estábamos a salvo de cualquier cosa. Ahora tenemos una oportunidad única para rectificar, ahora que podemos ver el mundo a tiempo real: lo que contemplamos con sorpresa e indignación ya estaba ahí. Lo que echamos de menos, también.
Apenas puedo aportar algo de interés, pero abusando, les cuento. Tengo una gran sensación de agradecimiento. A la humanidad ilustrada que ha hecho del saber su vida y que ahora es la esperanza hecha carne. A esas personas anónimas que hacen que todo funcione. No me puedo olvidar de los resilientes que aguantan con muy malos mimbres la paz social. Esos que vinieron a este mundo con la batalla perdida y aun así se están esforzando en sonreír a los hijos, en estar presentes mientras hacen los deberes, rezando porque no les pregunten. Son los que ponen el puchero para veinte con más imaginación que recursos, sabiendo que va para muy largo, calmando los ánimos que se desbocan ante el goteo incesante de desgracias, siguiendo con la rutina de los cuidados, incansablemente.
Me pregunto cómo lo hacen para sobrevivir en esos barrios a los que no llega el progreso ni la universidad, esos barrios con la luz enganchada, bulliciosos, paupérrimos. Qué ha pasado con los comedores sociales, con los albergues. Me pregunto cómo están los yonquis y las prostitutas. Cómo los presos, cuyas madres eran legión el día que se comunicaba, y que ahora están permanentemente ausentes, amenazadas por este enemigo invisible. Daríamos una fortuna por una cercanía que ya es imposible para muchos. Ahora somos todos internos sin nadie a quien abrazar. El amor de madre ya no es taleguero sino entrañable, y los motines caseros se suceden anticipando lo que vendrá cuando no haya nada que rascar en ese tipo de economía invisible que no entra en ningún supuesto de la disposición legislativa.
Sé que está más cerca ese día de ir al mar, me he propuesto no aplazarlo nunca. Amparo dice que “en los límites es donde se vive de verdad”. Amparo hace mucho que vive la vida con maneras de funambulista gracias a la sanidad pública, conservando intactas las ganas de pelea. Las personas que sobreviven a enfermedades graves tienen una lucidez que nos ha faltado al resto. Fueron los primeros en avisar sobre el asalto neocon. Ojalá se cumpla el mantra y de esta salgamos mejores, más solidarios, más sabios. Porque la pelea por lo público no prescribirá tras el confinamiento, ni tras la vacuna, si ésta llega a materializarse. La pelea, la que nos salva y nos iguala, es como el amor de madre del tatuaje. Incansable. Para siempre.
Por si quieres leer más textos de Angélica Pérez Paredes, aquí su blog: Al Hilo de...
Las crisis levanta a los acomodados el velo que cubre una dura y cruel realidad finamente tapada por quienes, siempre a salvo, son sabedores de su fragilidad. Se nos vende con la misma vehemencia la alegría despreocupada y la catástrofe, en un baile mediático y carnavalesco en el que, en masa, danzamos alegremente como si esa bien cubierta realidad no fuera con nosotros. Se nos invita a seguir, con nuestras coloridas máscaras, una cómoda corriente por las calles cuidadosamente engalanadas hacia ninguna parte, con la falsa despreocupación de que todo está controlado; o a parar y obedecer un confinamiento ante un diluvio repentino, con la falsa garantía de que la salvación vendrá de los que a bailar nos invitaron. Aprovechando el cómodo olvido del discurrir generacional, se nos hizo intencionadamente creer a los que a la fiesta nos incorporábamos que lo conquistado ya era nuestro…
”Porque en algún momento creímos que no había que pelear por cada metro de tierra conquistada…”
Gracias Angélica por pelear e ir quitando velos. El discurrir es lento, pero solo con gente como tú, como Fani y tantxs otrxs, podremos bailar en nuestra propia fiesta.
Gracias a ti por tu reflexión. Esta tarde escuchaba a un enfermero del Morales Messeguer (Murcia) y decía que siempre partían de cero. Que él había asistido a lo de las vacas locas, al ébola, a la gripe aviar, y ahora a esto. Y que seguían careciendo de protocolos y de medios con los que afrontar las crisis, cada vez más frecuentes. Cuando escucho que esta vez sí cambiaremos intento que el cinismo no me invada, porque pruebas hay de que si algo hacemos bien es olvidar. Ojalá me equivoque.
Salud y fuerza.