La Ley de Panedad

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  • Cuenta la leyenda que aquello que más temes es lo que termina sucediéndote tarde o temprano. Hay leyendas muy fementidas, sí. Con el tiempo, esta formó parte del suculento listado de distorsiones congnitivas (errar en el procesamiento de la información) que tanto engolosinan a un cerebro arado como el mío, siempre buscando las ranuras por las que enmohece la realidad. En su paso de leyenda a distorsión se le denominó: “catastrofismo”, y quedó definido como: “la tendencia a percibir o esperar catástrofes sin tener motivos razonables para ello”... Que vas con miedo conduciendo a 40 por si te ahostias con el coche, pues más tarde o más temprano, pataplam, acabarás comiéndote el guardabarros del coche de delante en un semáforo. Que vas siempre al trabajo (el que tenga trabajo, claro) con actitud sumisa y las orejas gachas, diciendo a todo que sí que sí por miedo a poner en peligro tus pococientos euros de sueldo, pues tracatá; el primero que sale por la puerta, si hay remodelación de plantilla, ya sabes quien va a ser. Que llegas a una entrevista de trabajo acoquinado con la autoestima reptante, y se la sueltas a los pies del entrevistador, pues ya te digo yo que el futuro contrato no llevará tu nombre.
     
    A mi me parece super guay que seamos el reflejo de lo que comemos, y que la industria de la alimentación y la de las dietas generen millones con ese juego perverso de ofrecerte comida por una parte y prohibírtela a renglón seguido aprovechando la tendencia natural al ensanche del cuerpo humano por la Ley de la Panedad (no hay pan duro ni sobrante, sino poco aceite en el plato pa’mojar). Sin embargo; la actividad diaria de alimentar nuestros pensamientos no ha sido objeto de estudio, ni se ha creado un tejido industrial propio y sostenible que nos genere beneficios. Al sistema se la trufa que pensemos y qué; se ha olvidado por completo de poner en marcha la industria ‘pensacional’... ¿Pensacional?... ¿Pensatoria, pensatícea...? (nota mental: los palabros trabajarlos en diferido). El tema es que TAMBIEN somos lo que pensamos, y no tenemos conciencia plena del menú diario de pensamientos e ideas que ingerimos en la parte interna del cráneo. Y no podemos dejarlo todo en manos de los polumbis, que acabarán extinguiéndose (#PrayForPolumbis).
     
    Por eso el sistema hace caja cebándonos y haciendo listas de distorsiones cognitivas que nos hacen errar al procesar la información, para que lo flipemos más. Cada vez menos gente se plantea si esta idea o aquella van a resultarle indigestas, o si este pensamiento se consume caducado, o si producirá intolerancia, flatulencia, o si saldrán ronchas. O si será directamente tóxico. Ahora lleva dos semanas el sistema empapuzándonos con los resultados de los sondeos electorales y aleccionándonos de quien va a ganar, que sólo falta que nos pongan un baberito y nos hagan el avión con los resultados de unas elecciones que, no es por nada, AUN NO SE HAN CELEBRADO. No hemos votado todavía y ya han flejado a un registrador de la propiedad al sillón presidencial... Pues no. A ver si, como dijo ayer Maruja Torres ayer en su post: “Dentro de una semana nos encontraremos aquí. Ojalá el domingo no sea uno de esos días que da ganas de arrancar del calendario. Bastante se han robado, solo quedan los días”. Uno solo queda ya para votar. A ver si no cumplimos la leyenda. 

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