Lecciones de amor

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  • PADRE DE JESS
    ¡¡¡Bethany, cállate!!!... Casi perdemos a nuestra hija hoy, casi se nos muere. No vamos a enviar a Jess a ese campamento, esto se acaba aquí, ¿lo entiendes?... No me importa si Jess es gay. Me importa si es amada, me importa si es feliz... Y eso es lo único que debería de importarte a ti también... ¿Cómo puedes no darte cuenta?”.
    Esta frase pertenece a un capítulo de Anatomía de Grey, una serie a la que vuelvo esporádicamente y que siempre me sorprende por la rapidez con que incorporan la realidad a sus tramas (como en The Good Wife, o Scandal, o la mítica The West Wing). Pertenece al primer capítulo de la temporada 12. Una de las líneas argumentales del episodio va sobre el #bullyingLGTB. En la ficción, dos chicas de 15 años, Jess y Aliyah, compañeras de colegio, intentan suicidarse una mañana tirándose a las vías del tren porque lo único que quieren es estar juntas ‘vivas o muertas’. Lo hacen porque los padres de Jess se han enterado de lo suyo y la van a mandar al día siguiente a un campamento cristiano. Un lugar dónde un sacerdote la ‘curará’ y le quitará de la cabeza la idea de ‘crecer con Aliyah y casarse con ella’. Las dos chicas también sufrían el acoso de sus compañeras de colegio, sin que el colegio hubiese hecho nada. La acción arranca cuando llegan malheridas al Grey Sloan Memorial Hospital y la Doctora Torres, que es bisexual, descubre que ambas llevan el mismo corazón tatuado en sus brazos e intuye qué ha podido sucederles. Es la Doctora quien explica a la homófoba madre de Jess por qué no es una buena idea llevarla a uno de esos ‘campamentos de curación de lesbianas’ e intenta hacerle entender que su hija puede salir dañada emocionalmente de un lugar así.
    Es casi al final de este didáctico capítulo cuando el padre de Jess pronuncia la frase inicial del post, después de haberle dicho a su mujer algo fundacional para cualquier relación: ‘Ya es hora de amar a nuestra hija por lo que es”. Un final que los guionistas de Shonda Rhimes (creadora de la serie) eligen que sea ‘amable’, imagino que por tratarse de menores y de EEUU, donde aún es más tabú el suicidio. Es una historia que, sin embargo, tiene poco de ficción excepto en los nombres y los detalles. Entrando al fondo y a la derecha de nuestra realidad, sólo tienes que leer este informe sobre “Homofobia en el sistema educativo” (gracias, Héctor Casero) para comprobar hasta qué punto las situaciones de acoso que viven los estudiantes LGTB (el 55%) suceden a diario y con finales menos amables que en la ficción. Alan, el menor transexual que se suicidó antes de Navidad, víctima del bullying, no tuvo quien le escribiese un final amable. No es grave que haya desaparecido ya de los titulares, lo realmente grave es que no haya podido disfrutar la vida que se merecía. Lo grave es saber que cada día hay menores en su situación en las aulas, siendo insultados, vejados y apartados por querer vivir su afectividad de acuerdo a su identidad. Eso es lo grave.
    “Lo urgente es que los adolescentes y las adolescentes LGTB no sufran y, desde luego, no piensen que la única salida es acabar con su vida, pero lo necesario es cuestionar el binarismo, un binarismo todavía súper vigente y que nos educa azules y rosas... No es una educación sólo para unos poquitos, es una educación para todo el mundo, y es imprescindible que la escuela lo considere así”. Esta no es una frase de guión, es sacada de la realidad. Una realidad que reconcilia. La dijo este lunes en el #ElFémurDeLasKaricias una profesora de secundaria que lleva años ayudando y acompañando a los alumnos y alumnas del IES Isabel de Villena de Valencia a vivir la afectividad desde la empatía y el compromiso, justo a la edad que más lo necesitan. Se llama Rosa Sanchis, su trabajo diario y su blog Karicies sobre educación afectivosexual son un ejemplo de que las cosas se pueden hacer de otra manera cuando se quieren hacer de otra manera y se pone la intención, la acción y la palabra para conseguirlo. El magnífico trabajo de mediación y acompañamiento que llevan a cabo en este Instituto de Valencia es un modelo para copiar y pegar. Vaya desde aquí mi admiración y reconocimiento a todas las ‘Rosas Sanchis’ que se implican de esa manera tan generosa y humana en formar personas, y no sólo alumnos. 
    Héctor Casero y Rosa Sanchis en la radio

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