Un verano diferente (V)

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  • ¿Qué sería de Sandy? 

    Desde que empezamos a vislumbrar que el verano no iba a ser lo que pensábamos que sería antes de que la pandemia volviera nuestras vidas del revés, ni lo que soñábamos que fuera después de que ya lo hubiera hecho, le doy vueltas a algo. Llamadme tonta, pero no me quito de la cabeza la pregunta de cómo serán los veranos sin que pueda existir el amor de verano tal como lo conocemos. Ese amor que nos despertó un mundo de sensaciones a la mayoría, y que en más de un caso, incluso acabó dándonos al que sería el padre de nuestras hijas.

    Y, como una es como es, no puedo pensar en un amor de verano sin que acudan a mi mente unos cuantos tópicos. El primero, el idilio de Sandy y Denny en Grease, del que ella y él hablan de modo tan diferente en aquel Tell Me More que seguimos -seguíamos- bailando en cualquier verbena que se precie. El segundo, sin duda, la pandilla de Verano Azul y el entierro de Chanquete al que tantas veces hemos llorado. Y, para acabar, la canción del Dúo Dinámico que yo descubrí en la susodicha serie pero que describe a varias generaciones: El final del verano.

    En la nueva normalidad nada de esto sería posible. Sandy y Danny no podrían tocarse, ni siquiera en la almibarada versión de ella. Nada de cogerse la mano, ni de besos furtivos. Es más, es posible que ni siquiera se hubieran conocido, porque las normas de aforo en las fiestas y en las playas nunca hubieran permitido que se encontraran. Y sin eso, adiós al baile del instituto, a las fiestas de pijamas y a todas aquellas cosas que forman parte del imaginario colectivo, incluido el acachu-dermotuplayer y la multitudinaria escena final. No hay multitudes en la nueva normalidad.

    Tampoco la alegre pandilla de Verano Azul podría ir silbando tan tranquila con sus bicis sin nadie que controlara el metro y medio de distancia entre ellos. No vivirían su primer amor, ni Pancho y Javi habrían tenido nunca la oportunidad de pelearse por el amor de Bea. Y ni siquiera hubieran podido ir todos juntos al entierro de Chanquete, si es que el entrañable lobo de mar hubiera sobrevivido a la pandemia para compartir su último verano con los chicos.

    No sé qué será de los adolescentes de hoy en día, pero se las tendrán que ingeniar de algún modo que no les ponga en peligro a ellos ni a sus padres, a sus abuelas o a sus abuelos. La generación que parecía tenerlo todo fácil se encuentra con que de repente, todo lo tienen difícil. Porque, aunque puedan tener todas esas cosas que quines les precedimos ni soñábamos, les faltará algo que nuca supimos valorar, el contacto humano.

    Ojala este verano les sirva para darle un par de vueltas a las cosas, para pensar en lo que vale la pena y lo que no. Y para soñar en que el verano próximo, por fin, Danny pueda volver a besar a Sandy. Tal vez por eso, no lloren como llorábamos antaño al pensar en El final del verano. 

    Susana Gisbert (@gisb_sus) Fiscal y escritora

    Todos sus libros: clic-clic

    #UnveranoDiferente en #ElFémurDeEva

     

    Pequeñas dosis de verano

    El 13 de marzo de 2020 ha quedado grabado a fuego en muchas personas, pero más aún en la población valenciana que vio esfumarse de golpe y porrazo sus esperadas Fallas cuando ya las tocaba con las puntas de los dedos. Aunque el estado de alarma se declaró el 14, fue el día anterior, viernes, cuando fuimos conscientes de que, de manera definitiva, iba a quedar paralizada nuestra realidad. Trabajo en una biblioteca pública, lugar maravilloso de encuentro entre personas y cultura. Casa de todo el mundo y para todo el mundo, que tuvo que cerrar sus puertas para cumplir las muchas recomendaciones que llegaban, cambiantes, pero todas ellas encaminadas a prevenir enfermedad y a mantenernos a salvo. Tuvimos que reinventarnos, trasladar nuestro mundo laboral a casa, fomentar la biblioteca digital y las relaciones con las personas usuarias a través de una pantalla o un teléfono. Asombrada estoy de la capacidad del ser humano para adaptarse a las nuevas circunstancias. Podría extenderme sobre esos días de confinamiento, sobre los insomnios, la preocupación, la alarma constante y la incertidumbre, pero aquí hemos venido a hablar de vacaciones, así que a ello voy. Este año habíamos planificado pequeñas dosis de turismo a lo largo del año. Como sabemos, con antelación y rebuscando, es más barato viajar. 

    Nuestro primer destino era la Alhambra y la primera noche que íbamos a pasar en Granada era el viernes 13 de marzo de 2020. ¿Cómo vamos a olvidar esa fecha? Ya teníamos la maleta preparada y las entradas descargadas en el móvil. Costó cancelarlo todo, pero parece que podremos realizar la visita en otra ocasión. Ese viaje iba a complementarse con una corta visita a Aranjuez y unos días más de montaña y familia en mi pueblo, Sabiñánigo, al pie de los Pirineos. A continuación, mi marido y yo teníamos previsto un viaje deportivo a principios de abril. Íbamos a correr una maratón por relevos en Ibiza y llevábamos dos meses entrenando para ello. Podéis imaginar que las zapatillas quedaron a la espera de tiempos mejores. Las pobres están sorprendidas de los pocos kilómetros que hago con ellas puestas y lo poco que las castigo, pero a este cuerpo mortal le está costando recuperarse. Para la Semana Santa habíamos reservado el viaje estrella: Londres. Meses planeándolo, pensando qué era lo que más le interesaba a cada uno, planificando las visitas, las entradas…Todavía estoy en gestiones con la aerolínea para ver de qué manera aprovechamos esos billetes de avión. Además de esto, mi hermana y su marido viven en Estonia y ya teníamos apalabrada una fecha para ir a visitarlos. Ahora no solo no vamos a poder ir sino que, lo que es peor, ellos no pueden venir. Ni siquiera sabemos cuándo va a ser la próxima vez que los veamos. ¡Han cambiado tanto las cosas en tan poco tiempo! 

    Dicho esto, lo cierto es que no nos podemos quejar. Hemos tenido mucha suerte porque lo único que se ha truncado son nuestras vacaciones. Toda la familia goza de buena salud y nuestros puestos de trabajo se han mantenido. Tras una larga espera, hemos podido ver a nuestros padres y, aunque a alguno le ha afectado esto más que a otro, podemos decir que los daños son asumibles. Este año nuestras vacaciones serán diferentes, por supuesto, y nuestras vidas también. Algunas cosas, como mi forma física van a costar más de recuperar, pero la maravillosa Alhambra, el verde Hyde Park o los grandiosos Pirineos siguen allí, tendremos que ser pacientes, pero tarde o temprano, los iremos a visitar.

    Aurora Rapún Mombiela (@AuroraRapun)

    Su blog: https://lahistoriaestaentumente.wordpress.com

    #UnveranoDiferente en #ElFémurDeEva

     

    Enlace al podcast de Los Sonidos del Planeta Azul con Fahmi Alqha que he descubierto gracias al programa de Paco Valiente: Clic-clic

     

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