Landay

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  • “You sold me to an old man, father.
    May God destroy your home, I was your daughter”.
     
    Hace tiempo que me pregunto cómo sería la vida de las mujeres afganas si tuviesen acceso libre a Internet. Si llevasen teléfonos móviles y fuesen subiendo a la red fotos y videos de su día a día... Es una idea que he expuesto en más de una ocasión, la última vez a Mónica Bernabé después de ver la exposición “Dones.Afganistán”, que se ha clausurado estos días en La Nau de Valencia, con una asistencia masiva. Un recorrido por, en palabras de Gervasio Sánchez: ‘lo peor del ser humano y en unos grados de violencia y de impunidad difíciles de presenciar en otros países’. Mónica se quedó callada un momento y luego dijo que eso era imposible, que si una subiese alguna foto, seguramente su vida correría peligro. ¿Y si todas subiesen fotos a la vez y denunciasen su situación todas juntas?, insistí yo. Y ella sólo sonrió. Imagino que conociendo la desesperación diaria de tantas mujeres, esta idea ‘occidental’ mía, le despertaría hasta ternura. Tantos derechos básicos les son atropellados a las afganas desde que amanece, que el incumplimiento del artículo que especifica que toda persona tiene derecho a acceder a Internet, puede resultar secundario. Aunque de ese acceso dependa también su acceso a la cultura, a la información y a la educación. Si a las mujeres en Afganistán les queda alguna posibilidad de revertir su situación, es a través de la educación.
     
    He vuelto a la misma idea tras conocer la historia de siete adolescentes sirias que han contado como es su vida en el campo de refugiados Za'atari, en Jordania. Han podido grabar su día a día gracias a que recibieron un taller de la cineasta Laura Doggett, que estuvo con ellas explicándoles todo: “Durante tres meses, Doggett y la artista jordana Tasneem Toghoj mantuvieron encuentros semanales con un grupo de chicas de entre 14 y 18 años”. El resultado son siete cortos mostrando su vida como refugiadas que se han podido ver en el  Festival de Cine Documental de Navarra Punto de Vista. Cada una ha mostrado su narración, su forma de ver lo que vive, frente a la misma realidad, ninguna la ha explicado igual. "Lo que quiero que se sepa es que estoy enfadada y triste, y que estamos viviendo una situación igual de triste", dice una de las autoras. “La gente tiene que saber lo que está pasando", dice Walaa. una de las autoras. El corto que ha dirigido Khaldiya, 'Another Kind of Girl', está seleccionado en la sección oficial de cortos del festival de Sundance. "Las personas refugiadas no pueden ayudar a las personas refugiadas, necesitamos la ayuda del mundo exterior: puede ser con dinero, pero también haciéndonos saber que hay gente ahí fuera que nos escucha", exlica Raghad, otra de ellas. Su corto 'The Barriers of Parting', es el más arriesgado, según cuenta Isabel Cadenas Cañón en su post de eldiario.es.
     
    Qué importante es ese ‘mundo exterior’... Se calcula que existen alrededor de doscientos millones de mujeres menos que de hombres con acceso a Internet, que es la única forma de contacto al mundo exterior para quienes les ha tocado nacer en las zonas más desalmadas del planeta. Depende de dónde naces, vives, malvives  o sobrevives. Depende a cuánto de exterior tengas acceso, ignoras o conoces... Y depende de si naces hombre o mujer, ya sabes, tienes doscientos millones menos de posibilidades de acceder a la información. Será una sólo una idea, pensar que la vida de las afganas cambiaría si tuviesen acceso a la tecnología, pero a mi nadie me quita de la cabeza que sería la alternativa a los desgarradores Landays de amor y lucha que escriben cómo único grito que les queda. “Me vuelvo más y más loca, cuando paso junto a la tumba de un santo, le tiro piedras, por todos mis deseos insatisfechos”.
     
     

    One response to “Landay

    1. Debe ser desesperante, tanto más cuando has conocido y vivido otra sociedad.Las más jóvenes saben por sus madres y abuelas que antes de los infames talibanes,las afganas vivían una vida parecida a las occidentales.Viendo fotos de los setenta, los ochenta y aún anteriores, se las puede ver circulando libremente por la calle, riendo con sus amigas, en colegios y universidades.

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