La Ley tanga

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  • En los mercadillos he visto mujeres con más poderío que Angela Merkel y Christine Lagarde juntas. Mujeres corpulentas, prietas, que a las nueve de la mañana ya pueden gritar: ‘A l’euroooo, a l’euroooooo’; haciendo titilar las cucharillas de los carajillos en las mesas del bar frente a la parada. Mujeres que se te quedan mirando como si tú fueses un ser indefenso, y que te dicen: “Mira, morena, todo a l’euro”; como si no te hubieses dado cuenta, todavía, de la falta que te hace lo que te ofrecen. Mujeres ante las que te paras a comprar por no llevarles la contraria porque sabes que son una fuerza de la naturaleza que tú no quieres provocar. Mujeres que, una vez les has pagado, llaman al marido de golpe, con esa voz telúrica suya, que es la voz de todas las mujeres de su generación, y lo envían a por cambio agitando el billete delante de él, sin pronunciar palabra. Esas mujeres, cuyos Manueles, Juanes, o Ramones, van por cambio de 20 o de 50 y vuelven sin salirse del caminito de baldosas amarillas por mucho que les arenguen los del bar. Mujeres bellas, de pelo azabache, que llevan unos moños en todo lo alto, hechos al alba apenas sin mirarse, y donde podrían esconder, si quisieran, al mismísimo Varoufakis con moto y chupa de cuero. Van dos mujeres así a una reunión del Eurogrupo, y sale el Eurogrupo con el FMI de peineta, pidiendo misericordia a l’euro y perdón a Grecia.
     
    Un día se me reveló todo un corpus filosófico en una parada del mercadillo que lo mismo me explica la crisis griega que la Ley Mordaza. Era una parada toda de ropa interior, sobre todo había tangas de mil formas, colores y tamaños. Se anunciaba la mercancía al grito de “¡¡¡¡Venga, venga, que lo tengo todo de Intima Chirry hoy, nenaaaas!!!!... Lo de Íntima Chirry me cautivó, la verdad, así que me arremangué. Estuve un buen rato eligiendo y (re)buscando, metiendo la mano en el fondo del montonaco de prendas, y haciendo así con la mano, ¡raca!, hacia arriba, para sacar más unidades a la superficie. Buscaba modelos lisos, sin más. Tengo muchísimo cuidado en elegir los materiales que tocan la piel. No todo me sirve, un mal encaje íntimo te puede destrozar el día que tenías bordado. Vamos, que veo yo un encaje, puntilla o tira bordada, y me salen unos círculos en los pies, al lo Zipy y Zape, que salgo zumbando... A no ser que tenga delante una señora de esas que pregunta porqué no coges ‘ese que te gusta tanto’. A cuatro l’euros me parecía caro y se me ocurrió regatearle... #MadreDelAmorHermoso Cogió el tanga entre sus manos, así estirándolo mucho en triángulo, y me explicó como si yo fuese un perrillo abandonado al que ella contemplase cobijar: “¿Tú no te das cuenta de que para dejar la tirica ésta sola en el medio, tienen que desperdiciar mucha tela a los laos?... Pues toda esa tela vale su dinero, morena.”
     
    Después de leer las veintitantas páginas del PDF de la Ley Orgánica 4/2015, de 30 de marzo, de protección de la seguridad ciudadana, he entendido perfectamente que hayan desperdiciado tantas palabras para dejarnos con el culo al aire por lo caros que nos van a salir algunos derechos a partir de ahora... Así nos tangan.
     
     
     
     
     
     

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