Elogio de la carótida palpitante

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  • El mal de la juventud es Hombres Mujeres y Viceversa. Bueno, ya lo he dicho. No es la primera vez. He iniciado algún parlamento con esta afirmación. No me detengo ahora en argumentarte por qué considero ese programa kryptonita para el cerebro porque no quiero dedicar mucho carácter al lado oscuro de la realidad. Lo cito únicamente para explicarte la sonrisa que he tenido durante las dos últimas semanas que he pasado en Elche como jueza en la Liga de Debate de Secundaria y Universitaria organizada por Xarxa Vives. Lo que he disfrutado... Pero, vayamos a las matemáticas un segundo, que los números también hablan: por esta Liga han pasado ya más de 5000 participantes desde que comenzó, y a la liga de 2018 habrán llegado unas 200 personas tras superar las fases previas de debates celebrados  en los diferentes centros (si te apetece más info, aquí y aquí tienes las webs). En total, han estado en Elche: 14 centros de ESO y Bachillerato en la Liga de Secundaria, para hablar sobre si el humor tiene límites, y a la final Universitaria han venido 16 equipos a debatir, si Occidente es responsable del surgimiento del Estado Islámico. Se han celebrado en total 60 debates que han empezado a las 09:00 y terminado alrededor de las 21:00 cada día. Debates en los que han competido entre sí hasta la semifinal y la final, y en los que han debatido a favor y en contra del tema propuesto, una información que no conocen hasta segundos antes de comenzar a debatir, tras el sorteo de posiciones y turno de inicio. Ha de existir un equipo ganador, es un debate, claro; pero no me canso de repetir que equipo ganador es aquel que da lo mejor de sí en cada intervención de manera honesta y sincera.

    Con la sonrisa puesta, todos los días, como te decía... Bueno, si me leen ahora, dirán, claro, cómo no eras tú quien estaba ahí, fibrilando delante de todo el mundo, en el turno de palabra... Es cierto. Esa parte es cierta también. Y a esa me ha encantado asistir, a la parte humana del debate. En ambas Ligas de Debate he visto cómo, por momentos, se les secaba la boca de puro nervio entre argumento y argumento; ha habido veces que podía escuchar perfectamente el ziummmm de sus neuronas buscando aceleradas la palabra adecuada, y he podido hasta contar los latidos de sus corazones palpitando en las carótidas mientras refutaban al otro equipo con la mano llena de notas escritas a vuela pluma apenas segundos antes. Y he visto emocionada cómo, cuando parecían perder el hilo y quedarse en blanco, salían adelante y terminaban sus parlamentos como quien corona una ochomilcon con el oxígeno justito. Y he contemplado cómo se daban y cedían la palabra de manera educada, y se contra-argumentaban con más o menos vehemencia, más o menos aplomo, o más o menos ingenio; pero siempre, y ese es el mérito en mi opinión, han conseguido completar sus turnos de palabra (minutados estrictamente). Y yo, que siempre llevo dos o tres líneas argumentales en mi cerebro arado, pensaba mientras juzgaba en lo afortunada que era de poder vivir todo eso y ser receptora de tantas emociones, ideas trabajadas y puestas en escena. Y me imaginaba la cantidad de trabajo previo, de libros abiertos, de fuentes consultadas... Y se me escapaba aún más la sonrisa pensando que, todo el tiempo invertido en formar el equipo, en buscar la información a favor y en contra del tema, en preparar sus análisis y estrategias, y en diseñar el material de soporte audiovisual y en contarse por WhatsApp cada anécdota al respecto; TODO ese valioso tiempo de sus vidas NO lo habían dedicado a ver Hombres Mujeres y Viceversa. Y sonreía y respiraba y me llegaba el aire hasta lo más profundo de la amígdala viendo, perfectamente, como, bajo mis pies, el lado oscuro se replegaba 'pa’trás' sobre el pavimento de la Universidad Miguel Hernandez de Elche y el suelo que pisábamos se convertía en un maravilloso verde esperanza que olía a césped recién cortado.

    Más de una vez estos días he tenido que contenerme para no saltar por arriba de la mesa juicial y ponerme a repartir abrazos hasta romperme la camisita a medio debate... Siento una profunda admiración por ellas y por ellos, por quienes han llegado a esta última fase de Elche y por quienes debatieron en las fases previas (sobre todo en Secundaria, gracias al profesorado por su dedicación) ayudando a que llegasen hasta aquí los equipos de las finales. Siento gratitud por esta gente joven que no cuenta en los shares de audiencia porque su mirada se posa en lugares por los que no se pregunta. Además, he aprendido mucho... Muchísimo. De todxs y cada uno de ellxs he aprendido algo, de sus intervenciones durante y después de los debates, de su forma de ser y estar, de sus miradas, de sus gestos, de sus reacciones, de sus miedos, de sus ganas... Siento una ternura infinita por quien escucha que ha perdido un debate y, con los ojos empañados, mantiene la mirada en los míos porque quiere que le explique en qué han fallado para trasladarlo a su equipo, corregirlo e incorporar mejoras en el siguiente. Siento admiración por quienes, sabedores de que han ganados, han contenido su alegría y han expresado antes respeto por los aciertos del rival, y así se lo han hecho saber tendiéndoles la mano. Valoro infinito la generosidad y elegancia entre algunos equipos en los momentos de tensión, intrínsecos a una competición de este tipo, y aplaudo actitudes que ya quisiéramos ver con más frecuencia en nuestros Parlamentos. Y tomo nota, como jueza, si vuelvo a la Liga de 2019, de cómo gestionar con más destreza algunas situaciones planteadas.

    Volvía cansadísima a casa el jueves, atardecía en tonos rosa por la ventana del tren cuando vi perfectamente como salía mi cerebro ejectado hacia arriba y trazaba una parábola en el horizonte para caer como una hoja desde lo alto de un árbol haciendo eses y zigzags hasta quedar tendido en el suelo del tren pidiéndome descansar. Y vi también mi reflejo en el cristal de la ventanilla y vi que seguía en su sitio la sonrisa. Y pensé que todo estaba bien, que por un mínimo segundo, todo estaba bien. Y de repente me entraron unas ganas locas de volver y gritarles que, por favor, bebiesen agua antes de hablar, que respirasen hondo antes de hablar, que identificasen bien sus emociones antes de hablar, y que siguiesen aprendiendo a gestionar sus discursos porque así aprenderían también a gestionar mejor sus vidas y que jamás, nunca, olvidasen incorporar su corazón en las argumentaciones... Como el tren no paró, volví a casa con todo esto dentro y por eso he tenido que escribir este Fémur, para contártelo, un Fémur que terminaré con las gafas violeta puestas para compartir contigo una última reflexión. Había más chicos que chicas participando, sobre todo en la Liga Universitaria; pero lo que más impactó fue comprobar que la práctica totalidad de las citas de 'autoridades en la materia' utilizadas en todos y cada uno de los debates celebrados, provenían de profesores, filósofos, catedráticos, escritores, periodistas, pensadores, investigadores, científicos., académicos, teólogos, historiadores... Todos acababan en ‘o’. Lo comenté con otras juezas y tenían la misma sensación. ¿Dónde están las mujeres?... ¿Dónde están los referentes femeninos?... ¿Cuándo estaremos incorporadas por completo al relato colectivo?... Acabo así para que veas que, por mucho que tienda a la exaltación cuando se trata de poner en valor la palabra de la juventud, no levanto el pie de la realidad porque no estoy para choques frontales con ella. 

     

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