El Gran Colisionador de Particularidades

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  • “He amado las estrellas con demasiado cariño como para 
    tener miedo de la noche”, Galileo Galilei.
    El Gran Colisionador de Partículas (LHC) me ha quitado el sueño más de una noche. Primero porque no lo entendía: una de las máquinas más complejas construida nunca, una súper estructura en la frontera franco-suiza cerca de Ginebra, a una profundidad de 175 metros, con un complejo entramado de túneles que discurre a lo largo de 27 kilómetros de circunferencia, con 9.600 super-imanes distribuidos 100.000 veces más potentes que la fuerza gravitacional de la Tierra, disparando protones hacia una pista circular a velocidades alucinantes para que luego entren en calor de tanta vuelta y choquen entre sí y ver si, entre alguna de las ‘partículas’ desprendidas por los impactos, se encuentra la explicación al origen del Universo: la materia oscura, que ha sido descrita por los científicos como “el pegamento de unión de la materia visible”.
    Cuando asimilé como buenamente pude todo eso de las partículas subatómicas a la velocidad de la luz ‘recreando las temperaturas del universo después del big-bang’ y entendí por encima en qué consistía la búsqueda de la materia oscura y el boson de Higgs, me entró el desvele por si los científicos del CERN, sometían al boson a una presión extrema y causaban un colapso instantáneo del espacio y del tiempo... Y nos íbamos directamente por un agujero negro antes del amanecer en ayunas. Esto no es una paranoia mía de juntaletras a media noche, esto lo ha dejado escrito Stephen Howkins en su libro Starmus y nadie del CERN ha salido a desautorizarlo que yo sepa. "La 'partícula de Dios' encontrada por el CERN podría abrir una puerta a otras dimensiones... Podría destruir el universo". Suerte que el mismo que me metió el miedo en el cuerpo me lo sacó afirmando en la misma entrevista que “los físicos no tienen un acelerador de partículas lo suficientemente grande para desarrollar un experimento de este tipo”.
    Imagen del interior del LHC
    Aun así, la sombra del insomnio es alargada cuando en el cerebro se  aloja una línea argumental tan prometedora como la aportada por Arno Penzias: “La astronomía nos conduce hasta un acontecimiento único, un universo que se creó de la nada”. Idea en la que abunda Marcus Chown, cosmólogo de cabecera de la revista New Scientist en el capítulo La gran explosión del libro Nada: “En el principio no había nada y después nació el universo en medio de una bola de fuego abrasador llamada gran explosión o big-bang”... Que te cogen estas dos frases a eso de las tres y doce de la madrugada, con los ojos ya como dos huevos a rayitas rojas, y se te ponen las neuronas que no sabes si van o vienen de la sinapsis neuronal... Que cuando llegas a esos confines de tu conocimiento y entras en los de tu ignorancia, y te notas que no te da más de sí (el conocimiento), lo único que te queda es irte al CERN a gritar a pie de colisionador, qué hacen ahí todos  buscando la nada a 175 metros...
    Pero como no dominas la teoría cuántica de estar en dos lugares a la vez, sigues leyendo Nada unas cuantas página más. Y lees que hace 13.820 millones de años surgió el universo en medio de la bola abrasadora y que, a día de hoy, ‘sólo’ se conoce lo que ocurrió a partir del momento en que el universo tenía 0’00000000000000000000000000000000001 segundos. Y te enteras de que es justo en ‘todo ese poco tiempo' donde se encuentra la explicación de esa ‘nada’ o materia oscura que nadie conoce y que se intenta reproducir en el Gran Colisionador de Partículas para comprender cómo hemos llegado hasta aquí, y poderlo reproducirlo en cautividad en el Ginebra... A todo eso deben de ser las cuatro y diez cuando te da por pensar si el experimento del CERN no se estará llevando también a cabo estos días en el Congreso de los Diputados. Donde cientos de particularidades van chocando entre sí todo el rato a temperaturas cada vez más elevadas, por un complejo entramado de intereses de los diferentes partidos que tienen que formar gobierno...
    Y ya en el duermevelas final de estos días, te das cuenta de que jamás sabrás nada de lo que ha sucedido justo en ese momento antes de formado el Gobierno. Y que toda esa actividad frenética de pactos, reuniones, repartos de cuotas de poder y de particularidades, es justo lo que tendríamos que conocer para comprender todo lo que vendrá después de este big-bang democrático al que estamos asistiendo. Como diría Bart Simpson: “El Presidente lo hizo, no es excusa”.

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